De nuevo, Nadal-Federer
Los dos mejores del mundo repiten final un año después
Antes de que el suizo Roger Federer se enfrente hoy (18.30, TVE-1) con Rafael Nadal en la final del Masters de Madrid, dos tenistas rebeldes y sus cañones.
"¡Mágico!", le gritan a Nicolás Almagro tal día como el viernes, felicitaciones de doblistas extranjeros a la puerta del vestuario. "¡Mágico!", le podría haber gritado ayer el público al murciano, que mira a Rafael Nadal y no ve un demonio; que llega a su semifinal y comienza a pegarlo todo; que gana la primera manga, se pone con dos puntos de break en la segunda (6-4, 1-1 y 15-40) y piensa lo que dirá luego: "Está contra las cuerdas".
No fue un síntoma de inocencia. No fue un alarde de chulería. Fue el frío resumen del inmisericorde bombardeo que hasta entonces había dirigido Almagro. Nadal, sin embargo, nunca muere: levantó esas dos bolas, la segunda con un ace, y con ellas empezó a ganar el partido. Fue un 4-6, 6-2 y 6-2 para el mallorquín. Fue la victoria que le devuelve el número dos mundial. Y fue el anticipo de un partido grande. Nadal, que puede romper el récord del estadounidense Andre Agassi (17 masters), se enfrenta a Federer, que ganó por 7-5, 3-6 y 6-3 a David Ferrer en otro tremendo duelo.
Almagro fue capaz de imponerse al mallorquín en el primer set
Cuando el número uno llega al club montado en un inmenso todoterreno blanco, relucientes la chapa y el pasajero, ya Nadal ha ganado, ya sabe el suizo que tiene un cita que antes era costumbre y ahora es excepcional. Hace un año que los dos mejores no se enfrentan. Ocurrió en la final de Madrid de 2009, justo después de que el español firmara su última victoria hasta la fecha contra uno de los otros ocho mejores (el serbio Novak Djokovic: 11 derrotas seguidas). Aquella final, ganada por Federer, lo cambió todo.
"Fue crucial", recuerda Federer, "porque la logré tras ganar a Del Potro, Soderling y Rafa. Fue una señal de que mi juego estaba a tope, de que podía hacer cosas sobre tierra que quizá antes no podía... Lancé un mensaje clave", insiste el suizo, que había llegado sin un triunfo que llevarse a la boca y se marchó lanzado hacia la conquista de su primer Roland Garros y su sexto Wimbledon. "Y ahora", dijo ayer olfateando el peligro de que la situación se reproduzca al revés, "quizá se nos hayan olvidado cosas porque llevamos un año sin jugar. Los dos tenemos nuestras posibilidades. Se suele pasar por alto lo bien que se mueve Rafa sobre tierra y de eso se trata en esta superficie", cerró.
Hay tardes que sólo se entienden entre iguales. Nadal sufrió ante Almagro, rebelde de impactante golpeo, lo mismo que sufrirá ante Federer. "Con la altura, en estas condiciones tan rápidas, el adversario te hace más daño", concluyeron en su equipo; "hay menos tiempo para reaccionar. Cuesta más finalizar el gesto en el golpeo". Consciente de esas dificultades, Cristiano Ronaldo esperó a su coche hablando con los suyos del hombre-atleta: "¡Este Nadal...!". Rudy Fernández se quedó con él en el vestuario. Y las dos estrellas coincidieron en sentirse asombradas por lo presenciado.
Ahora espera Federer. "Jugar contra él siempre es una motivación especial, un reto", dijo Nadal, en su tercera final seguida; "aquí, en Madrid, las condiciones son perfectas para él porque puede ganar puntos gratis con el saque y la derecha en el primer tiro".
Al final del día, Manuel Santana, el director del torneo, se marchó pensando en los 135 países que verán el encuentro decisivo. Tiene una final, un partido, cuya trascendencia es superior a la del resultado. Es una ocasión cada vez más única. Un duelo que fue poderoso río y hoy es guadiana porque van pesando los años (el suizo cumple 29 en agosto) y son varias ya las temporadas del mallorquín paradas por los dolores. Para Federer y Nadal, dos leyendas que se retroalimentan, imposible ya entender al uno sin el otro. Una prueba de fuego.
Final femenina: V. Williams (EE UU)-A. Rezai (Francia), 15.30.
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