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Crítica:INFINITO PARTICULAR | MÚSICA | Discos
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un caballo llamado 'txalaparta'

¿El trote o galope de un caballo como los que están pintados en las cuevas de Santimamiñe o Ekain? ¿Un sistema de comunicación entre caseríos? Historias fantásticas sobre el origen de la txalaparta, un idiófono que se golpea con palos. Materiales necesarios: un tablón de madera colocado de forma horizontal sobre dos cestos separados (ahora se recurre a caballetes) sobre los cuales se ponían hojas o hierbas (hoy, gomaespuma) para favorecer la vibración, y dos palos redondeados en sus extremos -makilas- con los que se percute rítmicamente (de arriba hacia abajo) el tablón. Jorge Oteiza escribió que "se produce por percusión un canto compuesto de dos voces, de dos líneas rítmicas (una regular y la otra libre), más exactamente, es un canto (regular) descompuesto y dominado por un contracanto". El documento más antiguo que se conoce sobre la txalaparta es un texto de 1882. Su sonido estaba ligado a la elaboración de la sidra: era costumbre en Guipúzcoa que, finalizada la tarea de triturar la manzana en el lagar, se organizara una fiesta con toques de maderos. En el valle de Oiartzun animaba a los jóvenes en las celebraciones nupciales con un entusiasmo que, como cabía esperar, no estaba bien visto por las autoridades eclesiásticas. Lo cuenta Juan Mari Beltrán en Txalaparta (editorial Nerea), libro bilingüe euskera-castellano, con CD y DVD, y doscientas páginas magníficamente ilustradas. Juan Mari Beltrán Argiñena (San Sebastián, 1947), incansable investigador y divulgador de la música popular, ha contribuido a que un instrumento rústico prácticamente desconocido a mediados del siglo XX se haya convertido en un símbolo de la cultura vasca. Profesor en Hernani, y con varios discos editados, recogió en Lasarte el testimonio de los hermanos Zuaznabar, que ya en 1931 habían tocado en Radio San Sebastián. Y los de Asentsio y Ramón Goikoetxea, Jose y Jose Mari Zabalegi o Jesús y Josean Artze -que empezaron a colocar varios tablones por txalaparta con el fin de aumentar sus posibilidades sonoras-. Los Gerla Beti -con la introducción de las láminas de pizarras como una alternativa a la madera- o el propio Juan Mari y su hermano Bixente normalizaron el instrumento tocando por toda la geografía vasca. Igual que músicos como Tomás San Miguel -con su disco Lezao en 1993-, Kepa Junkera, Pascal Gaigne... Luis de Pablo compuso para txalaparta Zurezko olerkia y Carmelo Bernaola le hizo sitio en su Euskarari abestia. Hoy suena la txalaparta en las campañas turísticas del Gobierno Vasco. O en una coreografía de la Compañía Nacional de Danza estrenada en el teatro Real de Madrid. Y viaja por el mundo: Nömadak tx se titula el proyecto de Oreka tx que se gestó durante sus encuentros con músicos mongoles, indios, norteafricanos y samis, mientras que las gemelas Ttukunak tocan con John Zorn, Arto Tunçboyaciyan o Mariza y en el Royal Festival Hall de Londres o el teatro Castro-Alves de Salvador de Bahía. Es la historia, apenas esbozada, de unos txalapartaris cada vez más numerosos que han llevado su instrumento de los caseríos de Euskadi a las capitales del mundo. El sonido de la madera, latido ancestral que se asemeja al de nuestro corazón, y nos trae la voz del árbol y la tierra.

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