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Crítica:CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Reconstrucción

Es arriesgado aventurarse con una sinfonía -la núm. 10- donde Mahler sólo dejó completamente perfilado el primer movimiento. Los otros cuatro (unos más, otros menos) se han reconstruido a partir de fragmentos y esbozos trazados por el compositor. El trabajo de completar esta obra que trata de la muerte y donde la muerte, precisamente, impidió su conclusión, ha tentado a muchos nombres ilustres. Otros, sin embargo, han rechazado esa tarea cuando se les ofreció, a pesar de su admiración hacia Mahler, o quizás a causa de ello. Schoenberg y Shostakóvich se cuentan entre quienes dijeron que no. Krenek, los hermanos Matthews y Deryk Cooke son, entre otros, los que sí asumieron el reto. De este último, sobre todo, procede la que se llama "versión interpretable de la obra", fruto de un escrupuloso trabajo de investigación que ha revertido en su frecuente programación a lo largo de los últimos 20 años.

ORQUESTA FILARMÓNICA CHECA

Director: Eliahu Inbal. Sinfonía núm. 10 de Mahler. Palau de la Música. Valencia, 11 de mayo de 2010.

Eliahu Inbal la lleva en su cartera desde hace tiempo. Se nota enseguida la facilidad de la batuta para que el sentimiento de desolación, predominante en esta Décima, surja con claridad o -lo que es más difícil- aceche en cada esquina. Junto a la desolación, también, la dureza en el cruce de los timbres, o ese macabro juego entre el sonido y el silencio. A pesar de que la Filarmónica Checa no parece encontrarse en su mejor momento, los músicos se metieron muy bien en harina, y tocaron como se les pedía: expresivos y a la vez reservados. Reservados porque Mahler roza a veces -y aquí también- el límite de lo patético (pensemos por ejemplo en esos sequísimos golpes sobre el gran tambor), y exagerar el tono sólo iría en detrimento de la música. La partitura es exigente con casi todas las secciones: las gélidas violas del inicio, el siniestro flautín cuestionando la dulzura de la cuerda, las trompas siempre en acción, suavemente, la percusión incisiva, la tuba interrumpida con insistencia por el áspero tambor en el Finale...

Sólo en el primer Scherzo hubo una cierta merma en la tensión que preside la partitura. Pero, en cualquier caso, todo -o casi todo- sonaba a Mahler. Es más: todo cuadraba muy bien con ese Mahler de duros colores configurado en el Adagio que sí concluyó. Y aunque la opción de completarlo es discutible, cuando se avisa de qué es lo reconstruido y quién es el reconstructor, no parece deshonesto. Supone, además, la oportunidad de disfrutar de algo que, como esbozos sueltos, nunca habríamos escuchado.

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