La hazaña de un técnico sin carisma
Hodgson ha llevado al Fulham desde las catacumbas hasta una final europea
El milagro del Fulham se llama Roy Hodgson, un técnico británico de 62 años muy desprestigiado en el Inter, en el que regaló a Roberto Carlos al Madrid, y que ayer fue designado por sus colegas como el mejor entrenador del año en la Liga inglesa. Con la bendición de Alex Ferguson, que describió la hazaña del Fulham como "una de las mayores actuaciones británicas de todos los tiempos".
A pesar de su florida carrera en equipos de Suecia, Suiza, Italia y Finlandia, donde aprendió cuatro idiomas con más o menos fortuna, Hodgson es un preparador sin carisma, con un lenguaje anticuado, como si saliera de una comedia de los años cincuenta del siglo pasado. Pero llegó hace dos a un club desahuciado, abocado al descenso, y tras mucho sufrimiento logró que aquellos jugadores desesperados empezaran a creer en él; en su ética del trabajo y en su inteligencia para colocar a sus hombres y ocupar convenientemente los espacios. El Fulham no solamente se salvó en lo que se conoció como the great escape (la gran escapada), sino que se cimentó un equipo que se clasificó séptimo el curso pasado, el mejor puesto de la historia del club, paso previo a un tránsito triunfal por la Liga Europa, en la que ha eliminado al Shakhtar Donetsk, el Juventus, el Wolsburgo -ayer anunció el fichaje de Steve McLaren como nuevo técnico- y el Hamburgo. Todos subestimaron al Fulham y todos lo pagaron.
El mejor entrenador inglés del año predica la presión, el marcaje zonal y el contragolpe
La filosofía de Hodgson ha permanecido inalterable desde que se incorporó al Maidstone como ayudante de Bobby Houghton en 1971. Los dos marcharon a Suecia e hicieron carrera con el método inglés: presión, marcaje zonal y contraataque con pases directos. El Fulham conserva cierto aire a conjunto de los setenta: frente a la mayor técnica de los rivales, impone la organización y el empuje.
Al calor de la máxima de Bill Shankly, el pass and move (pasar y moverse), al Fulham le gusta defenderse con el balón y al son que marca su capitán y centrocampista, Danny Murphy, de 33 años, decisivo en la Copa de la UEFA que el Liverpool ganó al Alavés en 2001. Junto a Murphy, otro capitán, el de la selección húngara, Gera, mediocentro de toque y movilidad. Por delante amenazan las diagonales del mediapunta estadounidense Dempsey, uno de los verdugos de España en la Copa Confederaciones. Y, en cualquiera de los extremos, Duff, aquel zurdo del Chelsea que ha llegado a jugar de lateral si así se lo pedía Hodgson. "El mánager ha hecho milagros con este equipo", afirma el otro extremo, el galés Davies Simon. El único punta, Bobby Zamora, ha ganado la tranquilidad que le faltaba en la definición. Y ha empezado a marcar todo lo que fallaba el curso pasado.
Apuntalado desde atrás, el Fulham ha permanecido 12 partidos imbatido en la Liga inglesa. A ello ha contribuido el veteranísimo portero suizo Zuberbühler, de 39 años, que sube la media de edad del grupo hasta los 29. El lateral izquierdo Konchensky ha estado cerca de entrar en la lista de Fabio Capello. Y el central noruego Hangeland, de origen norteamericano, es el más fiable de la zaga.
El mayor logro internacional del Fulham es la Intertoto de 2002: 3-0 al Bolonia. Su dueño, el magnate Mohamed al Fayed, tampoco lo ha sacado de pobre. Y, tras vender los grandes almacenes Harrods, nadie apuesta por que vaya a invertir más en un club que siempre, desde su nacimiento en 1879, se ha caracterizado por su humildad. Y ahora, en manos de un técnico sin carisma, tira del orgullo y el trabajo de quien viene de muy abajo.
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