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Reportaje:Estilos

La profecía del punk islámico

Un libro inspira un movimiento de rompedoras bandas de musulmanes

Daniel Verdú

"¡Yo soy un anticristo, yo soy un islamista..!". El concierto arranca con un punteo de bajo que suena a Sex Pistols, de hecho la melodía es un plagio de la de Anarchy in the UK y la letra una parodia del himno punk. Pero todo el asunto es bastante más transgresor que el cuarteto londinense. Son Kominas, la sensación punk de Boston y de Lahore (Pakistán). Un grupo de musulmanes que reivindica que la fe islámica mezcla bien con el lado más salvaje de la vida. Se puede ser gay, fumador de marihuana, punk o mujer cantante (algo que prohíbe el islam) y al mismo tiempo un devoto de los postulados del profeta Mahoma. Y eso, desde hace un tiempo, tiene nombre: Taqwacore.

Cuando tenía 13 años, Michael Muhammad Knight (Nueva York, 1976) oyó cómo Public Enemy chillaba algo sobre un tal Malcolm X en sus canciones. A los 15, le dio por seguir leyendo sobre el tema y entre una cosa y otra decidió convertirse al islam y marcharse a Islamabad a estudiar en la mezquita de Faisal. Knight, educado en una familia católica, quedó frustrado con las restricciones y rígidas doctrinas y se sacó de la manga un libro que comenzó a distribuir en fotocopias. Una historia que rompía con todo y que, sin saberlo, estaba fundando una nueva manera de entender la fe difundida por el profeta. Algo que, al fin y al cabo, sí fue una profecía contrastada.

The Taqwacores, mezcla de Taqwa (conciencia de Dios) y Core (en alusión a la música hardcore), es una novela sobre un grupo de chavales musulmanes que viven a ritmo de punk en una casa en Buffalo (Nueva York). Skaters indonesios, musulmanes gays o alcohólicos, mujeres punks con burka o skinheads chiíes. Todos bajo el mismo techo de una casa en la que comparten sexo y una marca en la fachada que indica la orientación a La Meca. El libro se convirtió en poco tiempo en objeto de culto entre una juventud islámica estadounidense todavía aturdida por los ataques del 11-S. El guardián entre el centeno para musulmanes, lo definieron.

Centenares de chicos encontraron en él el camino para poder abrazar la cultura de EE UU sin renunciar a sus convicciones. "Muchos me escribieron para saber cómo podían reunirse con la gente de la que hablaba. Pero era todo una ficción", recuerda Knight en el documental de su historia. De repente, se formaron varias bandas. Kominas, The Secret Five Trial (un grupo de lesbianas a lo L7), AL-Thawra o Vote Hezbollah (que, pese al nombre, aseguran promover la paz y el buen rollo).

Lo que relata el documental que vino después es el encuentro de todos para salir de gira por EE UU y Pakistán. La cámara sigue a esos chavales, que rezan varias veces al día, se emborrachan y fuman marihuana. Como era de esperar, el asunto no le hace ninguna gracia a nadie: ni a islámicos, que ven en ellos a unos herejes melenudos, ni a los blancos y honrados americanos, que no dejan de considerarles islamistas peligrosos. En enero se estrenó en Sundance la versión cinematográfica del libro. "El futuro no está escrito", reivindicaba Joe Strummer, líder de The Clash. En el caso del punk islámico, parece que sí lo estaba.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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