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Reportaje:

Recordo de Galicia 'made in' China

El botafumeiro y la concha siguen siendo los productos estrella en 81 tiendas que cercan la catedral de Santiago, pero también hay souvenirs de lujo, por 18.000 euros

"Una noche tuve una pesadilla, soñé que todo el mundo me pedía botafumeiros de metal y no era capaz de envolverlos", confiesa la dependienta de un negocio de venta de recuerdos, uno entre los 81 que se acumulan en cinco calles en torno a la Catedral. El espectáculo del incensario en vuelo asombra tanto a los turistas que al salir de la misa de 12 se abalanzan sobre las tiendas de souvenirs para hacerse con uno en miniatura. En la mayoría de los casos, el botafumeiro que se llevan está hecho en fábricas de bisutería de Baleares. Aunque no es la primera vez que un visitante de nutrida billetera se encapricha con el que se exhibe en el escaparate del Bazar de Villar, réplica exacta del que se guarda en el museo catedralicio. Lo fabricó en Madrid, en 1976, Artesanía Molina con 60 kilos de plata. Los propietarios del negocio santiagués recuerdan que un día se presentaron en la tienda "los vecinos de un pueblo castellano" que habían hecho una colecta para adquirir el aparato. Y también Ruiz-Mateos, que puso sobre la mesa un talón en blanco para llevárselo embalado.

Los rusos compran quijotes; los italianos, capas; las brasileñas, viseras

Esto lo cuenta Manolo Villar, cuarta generación de la familia que popularizó el souvenir compostelano desde 1965, el año en que viajaron a Menorca con un botafumeiro de plata de los que labraban aquí los joyeros para encargar dos mil iguales "en metal", es decir, en una aleación de metal menos noble que la plata. "Ahora no creo que haya una sola familia en España que no tenga un recuerdo de Santiago en casa", afirma el heredero, que hoy fabrica en China y suministra a casi todos los comercios del ramo que hay en la ciudad. Este Xacobeo, quizás porque es el último hasta dentro de 11 años, ha diseñado "unos 70" productos nuevos y enseña orgulloso el prototipo del último grito, cuya primera remesa está a punto de llegar: un botafumeiro de porcelana que va a funcionar de verdad, porque incluirá una bolsa de incienso, también chino, en su barriga.

Además de otro mucho género, por norma todo lo que lleva resina, porcelana o cristal viene de aquel país en barcos portacontenedores. El metal, ya se ha dicho antes, no porque "a los chinos hay que pagarles por adelantado, y si las piezas no traen bien echado el baño protector, el mar las corroe antes de llegar y no se puede reclamar". En fábricas muchas veces de madera, con suelo de tierra y hornos que aún se calientan con leña, cientos de orientales "que no saben dónde está Galicia" se emplean a fondo desde hace meses preparando partidas de brujas de la suerte, chupitos con la flecha amarilla, bastones y bordones, dedales y abanicos con estampas enxebres, bolas de nieve con el Apóstol dentro, imanes de nevera, alfombrillas de ratón, mandiles, mojones del Camino, relojes con la catedral de fondo, pulpos, galleguiñas, meigas y peregrinos de peluche. También, aunque cada vez menos, potes, curas con paraguas luchando contra el viento (los llamados chovendos) y hórreos de resina, cuyas ventas "han caído brutalmente desde que la gente viene por las autovías". "Llegan a la tienda y cuando ven el hórreo preguntan: '¿Y esto... es un sistema de enterramiento?", lamenta Villar.

Pero lo que se ha extinguido prácticamente son los muñecos de plástico con traje típico, que vestía un señor de A Coruña ya jubilado, y según algunos vendedores (otros no opinan lo mismo) ya apenas se venden las gaitas de juguete, hechas en Betanzos.

En Santiago, hay tiendas para todos los gustos, todas las edades, todos los bolsillos. Aunque en un mismo establecimiento se pueden encontrar artículos por un euro y recuerdos de hasta 18.000, como un Santiago apóstol del siglo XVII que vende en el Retablo de la rúa do Vilar Marcelino Sanín, modisto exquisito de capas peregrinas y trajes tradicionales. Hay turistas que compran este tipo de recuerdos exclusivos.

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Pero tanto o más que el botafumeiro, las brujas, los dedales, el sombrero peregrino que viene de Valencia y las camisetas estampadas en Bembrive, triunfa la concha en todas sus versiones. Las veneras de azulejo (como las que marcan el Camino) se hacen en Andalucía, y buena parte de las conchas de vieira auténticas, para colgar del cuello, vienen de Irlanda. El mismo empresario que manda la carne del bivalvo envasada ha descubierto que puede sacarle rentabilidad también a las conchas.

Según los vendedores, el público ha evolucionado, y detrás de él, el souvenir. Después de muchos años de éxtasis xacobeo, pueden apostar qué va a comprar un cliente en cuanto adivinan su patria. Los estadounidenses se llevan trajes de andaluza, toros, sevillanas. Los italianos del norte, capas de peregrino de hasta 200 euros. A los rusos les gustan los quijotes. "Y todas estas viseras con brillos que tengo aquí se las van a llevar exclusivamente brasileñas", afirma una dependienta. Según ella, entre todos los turistas del planeta, los que protagonizan más anécdotas "son los argentinos": "Uno que compró un botafumeiro cogió una gastroenteritis crónica al volver a Buenos Aires. Al año siguiente, vino un primo suyo pidiendo un contrabotafumeiro para vencer el maleficio".

Peregrinos del Instituto de Enseñanza Secundaria Adeje 2 de Tenerife, el viernes en una tienda, con sus recuerdos de Santiago.
Peregrinos del Instituto de Enseñanza Secundaria Adeje 2 de Tenerife, el viernes en una tienda, con sus recuerdos de Santiago.ANXO IGLESIAS

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