Una manera de reivindicar lo nacional
La poligamia es legal en Sudáfrica. De hecho, el presidente sudafricano, Jacob Zuma, está casado tres veces (en realidad ha contraído cinco veces matrimonio, con un divorcio y una viudedad), y sus dos últimas bodas han tenido una gran cobertura mediática.
Más allá de la pregunta obvia sobre los costes al erario público de la manutención de las tres primeras damas, la ciudadanía sudafricana no ha cuestionado los matrimonios de Zuma, un tradicionalista zulú, ni se ha opuesto a ellos. Pero de otro talante fueron recibidas en febrero las noticias de su infidelidad y de la existencia de un nuevo hijo -se le calculan una veintena- fuera del matrimonio. La reacción airada de la ciudadanía, en debates de radio, en artículos a los periódicos, en comentarios en la calle, fue tal que Zuma se vio obligado a disculparse "por el daño causado" y reconoció que sus devaneos habían afectado a su familia y a su partido, el Congreso Nacional Africano (ANC).
Según los expertos, la poligamia, al igual que la monogamia, condena la infidelidad, vista como una debilidad por parte del hombre.
En Sudáfrica, la poligamia es practicada por determinadas tribus como la zulú, aunque en otras la práctica ha decaído hasta el desuso. Es costumbre que la o las mujeres den su consentimiento a incorporar a una nueva esposa, igual que en las comunidades animistas y musulmanas de África Occidental, en Egipto, Eritrea, Marruecos, Malaisia o Israel. Es también común entre las comunidades mormonas de EE UU. Diversos estudios antropológicos en el continente africano revelan que la práctica podría estar al alza como una muestra de rechazo de prácticas colonialistas heredadas o hacia el neoimperialismo.
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