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Columna
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Borbones y venados

Cuando era un absoluto principiante en este oficio venido a menos, un viejo editorialista de la mítica revista Triunfo me dijo: "Hay dos cosas, muchacho, con las que nuncas debes meterte en este negocio: primera, la Corona; segunda, El Corte Inglés". Creo que corría el año 1980 y aquellao viejos tabúes de la España de la Transición siguen siendo moneda corriente en la usanza de casi toda la profesión. Aunque a nuestra monarquía le han llovido muchos más palos desde la derecha que desde la izquierda ( si exceptuamos al alcalde de Puerto Real), se puede decir que generalmente toda la Familia Real ha salido siempre airosa de los dardos envenenados que, mire usted por dónde, le han lanzado más asiduamente desde el tomate por aquello de las novias del príncipe y los divorcios de las infantas, y de la derechona simplemente porque todavía no han digerido bien o el 23-F o el aborto o el Estatut o vaya usted a saber qué. Mi modesta contribución a la crítica monárquica tiene más bien que ver con la defensa de los animales del Reino que con otras cuitas que, como la propia Monarquía, me parecen un poco fuera de lugar y tiempo. O sea que mi preceptor puede estar tranquilo con los grandes almacenes pues hago uso de ellos como un refugio espiritual para mayores como le ocurre a la mayor parte de la población que en algún momento tiene que comprarse un pijama o una lavadora.

Los dardos envenenados a la Monarquía le han llegado sobre todo de la derechona y del 'tomate'

No me ha extrañado un pelo la defensa medida y cultural de Su Majestad de la fiesta de los toros. A veces olvidamos que estamos bajo el reinado de la dinastía borbónica. Y que tras Juan Carlos I llega Felipe VI. A las gentes de este milenio le resultará un anacronismo delicioso o estomagante, a según, saber que los toros y la caza, junto con la orfebrería y la pintura de corte, forman parte del ADN de nuestro Jefe de Estado y que, por moderna que parezca La Zarzuela, todavía hay cosas en las que no ha querido modernizarse un pelo.

El siguiente párrafo leído a la sazón de ciertos títulos nobiliarios que periódicamente concede Su Majestad me ha revuelto un poco las tripas: "Asimismo, el Rey ha querido dar prueba de su aprecio a Íñigo Moreno de Arteaga, marqués de Laula, sumando a este título el de marqués de Laserna. Moreno de Arteaga, reconocido amante de la caza, ha sido galardonado recientemente con el premio Barbón 2009 que concede la Fundación Caza y Conservación por su compromiso vital con la caza deportiva". No sabemos quién ha sido el edecán que redactó el nombramiento pero hay que decirle a quién corresponda que tener un "compromiso vital" con la "caza deportiva" suena como una de las más perversas paradojas que puede albergar el cerebro humano. Si el compromiso vital del Marqués de Laserna reside en matar animales, aunque sea de forma deportiva, estamos aviados, y si el compromiso de la realeza es seguir condecorando a asesinos de venados y otras especies de preciosa cornamenta, permítame Su Majestad manifestar humildemente mi desazón: aplaudir a El Juli y condecorar al tal Laserna me parece muy poco amigable para el reino animal al que todos pertenecemos, aunque también le digo, para no meter todo en la misma arpillera, que hace usted bien en nombrar a Tàpies marqués de Tàpies, porque al fin y al cabo su arte es tan redundante como el título concedido.

Vendrán a decirme, como en el caso de los toros, que esos distinguidos coleccionistas de rebecos protegen los montes y limpian y dan esplendor al ecosistema, pero me parece de mejor gusto la hípica o la vela, por citar dos especialidades donde también florecen los títulos sin necesidad de hacer sangre. Recuerdo que me alegré mucho cuando dimitió Bermejo por la cacería porque considero también que la caza debería estar prohibida en el código ético de cualquier persona y más de un ministro socialista. Pena me da que algunos de los buenos escritores que me gustan y entienden de faenas en los campos y cultivos, como Delibes , Guillermo Arriaga o Cormac McCarthy, o nuestros Cunqueiro y Castroviejo, son o hayan sido cazadores, aunque, ahora que lo pienso, ni Hammett ni Chandler cosían a nadie a tiros fuera de las páginas de sus novelas negras.

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