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Columna
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Patriotismo de hojalata

En un foro abierto, celebrado la pasada semana en Madrid, el ministro de Fomento, José Blanco, refiriéndose a la posible fusión de las cajas de ahorro gallegas, afirmó que "en una economía global el dinero no tiene fronteras" y calificó el debate que sobre esta cuestión tiene lugar en Galicia como "propio de una economía que se inspira en un patriotismo de hojalata". Debemos suponer que la descalificación del vicesecretario del PSOE, y al parecer líder intelectual del PSdeG, iba dirigida contra todos aquellos que aspiran a lograr la fusión de Caixa Galicia y Caixanova y a mantener en Galicia los centros de decisión de la entidad resultante.

Sería muy clarificador que José Blanco explicase si piensa lo mismo de la iniciativa del Gobierno del que forma parte, cuando éste formuló la teoría de los campeones nacionales y utilizó todos los resortes a su alcance para interferir y evitar la OPA que la empresa alemana E.on pretendía realizar sobre Endesa. Porque siguiendo el razonamiento del ministro de Fomento se deduce fácilmente que Zapatero y su Gobierno pretendieron poner fronteras al dinero, o, dicho más gráficamente, puertas al campo. Y ya metidos en faena, Blanco podría explicitar de una vez por todas cuál es su modelo para el sistema financiero y, en ese contexto, en qué consiste su propuesta para las cajas gallegas.

José Blanco parece negar a los poderes públicos la capacidad de intervenir en los procesos económicos

Quienes, como José Blanco, parecen negar a los poderes públicos la posibilidad de intervenir en los procesos económicos, o bien ignoran la realidad o simplemente han asumido que el poder económico globalizado escape del control de los gobiernos. Han interiorizado que la economía se ha emancipado de la política y aceptan que el Estado se reduzca a garantizar la seguridad y a prestar algunos servicios a los ciudadanos. Cada vez menos, porque las ideas privatizadoras ganan terreno a ojos vista.

Es cierto que bajo el nombre de globalización se está produciendo un importante crecimiento de los procesos de concentración económica y financiera promovidos por poderes económicos de carácter global y origen no democrático que, proclamando urbi et orbi el triunfo del mercado, desbordan los límites del Estado-Nación, escapan a su regulación y control, imponen su ley y gobiernan el proceso mundial sin que existan poderes democráticos capaces de subordinarlos al interés general. El resultado no es otro que la marginación de la política y una crisis profunda de la democracia. En tales circunstancias no debe extrañar que la política se reduzca al ámbito de lo simbólico y se transforme a menudo en un mero espectáculo para consumo de espectadores pasivos. Unos tienen el poder y otros se dedican al teatro.

Ello no obstante, los Estados y los poderes públicos en general tienen todavía un campo de acción política que no cabe subestimar. Nadie podría explicar la evolución y crecimiento de las empresas alemanas, francesas, inglesas o españolas sin tener en cuenta su relación con el Estado. La propia Endesa antes mencionada, Repsol o Telefónica son, en el caso español, ejemplos paradigmáticos. Estados Unidos subvenciona a Boeing con multimillonarios contratos militares en tanto que la UE no ha dudado en abrir sus arcas a Airbus. Y la casuística podría extenderse hasta el infinito.

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¿Cómo que los poderes públicos no pueden intervenir en los procesos económicos?. Quien niega esa posibilidad niega la esencia misma de la democracia. José Blanco, teniendo en cuenta el liderazgo intelectual que ejerce, debería aclarar su pensamiento acerca de quién tiene que gobernar el proceso económico. ¿Las leyes de un mercado sin control alguno apoyado en organizaciones internacionales a su servicio -Organización Mundial del Comercio, Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial- o los poderes políticos democráticos, que representando el interés general deben extender la riqueza y el bienestar como garantía de la libertad y la seguridad para todos?.

Dicho en otras palabras, aceptamos el vaciamiento de la democracia o profundizamos en ella a todos los niveles. Porque, entre otras muchas cosas, el debate que tuvo lugar en su día sobre Endesa y el que ahora Blanco califica de patriotismo de hojalata también nos plantea ese dilema.

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