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Columna
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Los platos rotos

Entretenidos como nos tienen la Champions League y el Barça, igual se nos han pasado por alto las manifestaciones y protestas multitudinarias de las organizaciones empresariales, gremios, capataces sin rumbo, grupos de presión, cámaras de comercio, industria y navegación, sobre todo navegación, ante la voladura incontrolada del capitalismo -economía de mercado si visten americana y corbata los caballeros, traje chaqueta las damas- y los postulados asociados a las patentes liberales venidas a menos. El caso Gürtel, tan cercano menos para quienes no lo ven, mismamente la Generalitat y aledaños que de tan metidos conforman una melaza físico-judicial, ilustra un catálogo de puñaladas a la economía legal y desde luego mal regulada y peor fiscalizada, que merecerían algún comentario en público por parte de los defensores de la libre competencia y del rigor presupuestario. ¿O tantas contratas adjudicadas a capricho desde las alturas del desgobierno, con sus sobrecostes, comisiones, dádivas y sobornos, ensalzaban la memoria de los clásicos, excluyendo al inocente Smith, Adam Smith, y su mano invisible, bastante corrompida con el trasiego? Con la de colegios y hospitales que se habrían dotado. Pues esos platos rotos, o sea, lo que habrían costado de menos las ristras de longanizas, perdón, de adjudicaciones y cuchipandas bajo el imperio de la ley y de la sana competencia, lo sufragará la ciudadanía con cargo a los impuestos, tal como avanzó el otro día la ministra Salgado en una refriega parlamentaria.

Esto se veía venir, como se nos vino encima el saneamiento bancario tras las gamberradas de una cabalgata de delincuentes que siguen en libertad sin cargos y con sus patrimonios a buen recaudo. Habremos de apechugar también con parte de la quiebra de una aseguradora, propiedad del presidente de la CEOE, Gerardo Díaz Ferrán, el del pufo de Air Comet. Se comprenden las prisas de este peligroso bolchevique cuando, justo al empezar el desfile mundial de bucaneros financieros, reclamó la suspensión de la economía de mercado. Puestos a seguir pagando, no se olviden, por favor, del caso Egunkaria, el periódico en euskera que cerraron por orden judicial hace siete años. La Justicia ha absuelto a sus directivos tras un calvario donde no faltaron torturas y vejaciones. No solo cerraron el periódico, sino que subastaron sus bienes y sus empleados fueron al paro, otra hucha común que para eso está. Llega, pues, la hora de pagar los platos rotos. Habrá que compensar hasta donde se pueda, porque la tortura no tiene precio. ¿Pagarán la trapisonda el juez Del Olmo, los policías que auspiciaron la apertura del sumario o las organizaciones fascistoides que mantuvieron la causa abierta contra viento y marea? No. Pagaremos de la caja habitual. ¿Esto va a seguir así? A mí que me lo aclaren antes de pedirme el voto.

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