Jaque mate al tablero
Damien Hirst, los hermanos Chapman o Tracey Emin crean su juego de ajedrez
El americano Paul McCarthy, conocido por su visión crítica y sarcástica de la sociedad consumista, ha construido un tablero de ajedrez con un trozo del suelo de su cocina, utilizando como piezas los botes de mermelada, kétchup, mayonesa y otros objetos de su nevera, que le han dado a conocer. Como es su costumbre, Damien Hirst se inspira en el entorno quirúrgico de su metafórica farmacia, mientras que Rachel Whiteread ofrece una interpretación doméstica, convirtiendo en trebejos los enseres en miniatura de su casa de muñecas.
Los hermanos Chapman han creado dos ejércitos, uno de blancos y otros de negros, formados por figuritas antropomórficas sin genitales. En cambio, Maurizio Cattelan ha pintado a mano esculturitas de porcelana que representan las fuerzas del Mal y del Bien, encarnadas por personajes como Rasputín, Donatella Versace, Drácula o Crudelia de Mon, al mando de Hitler y Luther King, convertidos en el rey blanco y el rey negro, respectivamente.
"Todos los ajedrecistas son artistas", decía Marcel Duchamp
Todos estos ajedreces y más (de Barbara Kruger a Tracey Emin) se pueden ver en la exposición The art of chess, abierta en la galería ProjectB de Milán hasta el 15 de mayo y posteriormente en el centro de arte contemporáneo Dox de Praga hasta el 28 de junio. La muestra confirma que el ajedrez no ha perdido su capacidad de activar el imaginario colectivo y sigue siendo una insustituible fuente de inspiración. "De mis relaciones con jugadores de ajedrez y artistas, he llegado a la conclusión de que, si bien no todos los artistas son jugadores, todos los ajedrecistas son artistas", afirmaba en 1952, Marcel Duchamp. El creador del urinario, que cambió el curso del arte del siglo XX, fue un excelente jugador, así como sus contemporáneos Man Ray, Max Ernst, Alexander Calder, André Breton e Isamu Noguchi. Todos ellos contribuyeron a convertir los tableros de artista en un elemento central de la iconografía de las vanguardias, dando fe de su enorme poder de seducción en la primera gran exposición sobre este tema, La imagen del ajedrez, en la Julien Levy Gallery de Nueva York, en 1944.
Desde entonces no ha habido tendencia o movimiento que no se haya medido con el royal game, el juego rey, antes de que el fútbol le robase la definición. Sigmund Freud estableció un paralelismo entre el ajedrez y el psicoanálisis y el surrealista André Breton, gran jugador, sostenía que "lo que debe cambiar son las reglas del juego y no las piezas". En la década de 1960 los artistas del movimiento Fluxus, la segunda gran oleada de amantes del juego de la historia del arte moderno, crearon un gran numero de ajedreces para alterar las reglas o romperlas del todo. Así el White chess set de Yoko Ono tenía sólo piezas blancas, mientras que Takako Saito creó un ajedrez para ratones y otro con botes de especias. En ambos casos el artista desactiva la competitividad intrínseca para convertir el juego en un ejercicio absurdo, en una estrategia de ruptura para vulnerar la hipócrita seriedad de la alta cultura.
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