¿Tienes sal, Cristiano?
En la urbanización madrileña La Finca (Pozuelo), las casas cuestan entre dos y doce millones. Un recinto blindado de palacios vanguardistas donde Ronaldo es vecino de Alejandro Sanz
Una mañana de junio de 1993, el pensionista Amador Ruiz, alias El Matador, y su hijo apedrearon a un lagarto verdinegro en un retamar de Pozuelo de Alarcón. Se lo iban a comer encebollado, porque la pensión del padre no daba para comprar carne. Les pilló la Guardia Civil, y como el bicho (Lacerta schreiberi Bedriaga) estaba protegido, les cayó una multa de un millón de pesetas... Tiempo después, olvidado ya el asunto, las grúas entraron en aquel campo de retama para convertirlo, lagartos mediante, en una de las urbanizaciones más exclusivas de Europa.
Hoy, en La Finca de Pozuelo sigue habiendo conejos y perdices, pero campan entre mansiones habitadas por Cristiano Ronaldo o Alejandro Sanz. El trozo de campo en el que hoy viven varios cargos del PP fue adquirido en 1989 por el promotor Luis García Cereceda (Procisa), uno de los constructores del boom de los ochenta, cercano a algunos dirigentes del PSOE. La inversión no dio sus frutos hasta que se aprobó el proyecto de urbanización en 1997. Desde principios de los 2000 se ha construido un macrocomplejo que incluye 1.000 viviendas y uno de los parques empresariales más grandes y exitosos de Europa (120.000 metros cuadrados).
En el garaje de una de las mansiones, un vecino tiene 10 coches, suelo de mármol y una cascada
Como las calles son privadas, también lo es el alumbrado y el camión que recoge las basuras
La Finca no es una urbanización más. Como tantas otras del noroeste madrileño, es lujosa, mucho, pero además está blindada como pocas, y rezuma una atmósfera de club selecto. En parte se debe a que entre sus residentes hay muchos personajes conocidos: del futbolista Fernando Torres al empresario Antonio Catalán (fundador de los hoteles AC).
Una vanguardista garita da acceso a los vecinos. A ellos las vallas se les abren solas, gracias a un dispositivo colocado en el coche. Pasado un pequeño túnel, se emerge a un mundo perfecto de césped, lavandas y lagos repletos de patos. Entre los pinos silvestres, una legión de cámaras vela por la paz del recinto. El lugar conserva cierto aire rural, algunos caminos aún no están pavimentados, hasta que -dispersas en 65 hectáreas de zonas comunes que nadie, salvo los jardineros, parece usar- comienzan a aparecer las mansiones. Moles vanguardistas de volumetrías angulosas, palacios del siglo XXI construidos en hormigón y travertino. Esta es la zona más exclusiva de La Finca, llamada Los Lagos, las últimas 125 hectáreas construidas por Procisa, donde los chalés a medida llegan a costar 12 millones (sólo las parcelas, de entre 3.000 y 10.000 metros cuadrados, oscilan entre los cinco y los siete millones). Aunque todas las mansiones son distintas, tienen el mismo estilo, ya que en esta zona, por contrato, sólo proyecta el estudio de arquitectura A-Cero. "Cereceda quería un oasis de lujo y elegancia que tuviese coherencia en su conjunto, fue una idea visionaria", explica el arquitecto Joaquín Torres, autor de los chalés más imponentes de la urbanización. Todo está pensado: los estrechos viales apenas tienen aceras para que la gente no aparque en la "calle" y los coches hagan feo.
Sólo con ver el garaje de una de estas mansiones, uno imagina lo que le espera. Un vecino tiene 10 coches sobre suelo de mármol y una cascada en el aparcamiento para impresionar a las visitas. Dentro, el derroche: 1.500 metros de muebles diseñados ad hoc, un salón tras otro, cocinas de película. Casi todas las casas cuentan con dos piscinas, exterior y cubierta, y un gimnasio que parece sacado de un hotel de cinco estrellas. Aquí lo normal es que los hogares cuenten con bodega y sala de cine privada; algunos, con galerías de tiro y búnkeres subterráneos. Lo que pida el cliente: "Las casas más especiales son como trajes a medida", dice el arquitecto. Los detalles se discuten a veces hasta dos años en reuniones cada quince días.
Entre la gente con dinero también hay clases. En La Finca existen casas más normales, adosados de unos 500 metros cuadrados (y unos dos millones de euros), donde los vecinos no tienen tanta capacidad de elección, pero sí se sienten parte del club. "Soy un enamorado de La Finca", explica uno de los primeros residentes, de profesión alto ejecutivo inmobiliario, que prefiere no dar su nombre. "Yo me crié en un pueblo, y aquí estoy en casa, llámalo ambiente... la clave de este lugar es que te sientes totalmente independiente, pero al mismo tiempo arropado por la comunidad". Habitante de un pueblo exclusivo dentro de otro pueblo, Pozuelo, con la renta per cápita más alta de Madrid. Cuando este vecino adquirió su chalé hace unos años, sobre plano, tuvo que pasar un casting. "Tenías que ser admitido para comprar, fui un privilegiado", explica. Los interesados debían apuntarse en una lista, hacer un depósito (de entre 6.000 y 20.000 euros), presentarse a una entrevista y esperar a que la promotora les diese el sí, puedes. Si no eran aceptados ("hubo bastantes casos"), se les devolvía el dinero. "Es una promotora muy seria, con una visión revolucionaria del sistema de ventas, que después han imitado algunos; aunque con la crisis, el casting se hace solo", dice el vecino.
La cita previa parece la premisa de La Finca. Un ejemplo: en el Reebok Sports Club (25.000 metros cuadrados, dentro del recinto) no facilitan el precio de la matrícula por teléfono. Hay que concertar cita y entrevistarse con un comercial en el gimnasio. Tampoco los chalés se enseñan a cualquiera. "Se vende por medio de inmobiliarias con una sólida cartera de clientes de altísimo poder adquisitivo", explica Elena Ureña, directora comercial de Gilmar Consulting Inmobiliario, la empresa que alquiló la casa a Cristiano Ronaldo. "No se anuncian de forma masiva, funciona más el boca a boca". Antes de acercarse siquiera a la garita con el interesado, las inmobiliarias se aseguran de que "se trata de verdad de un cliente potencial". "El filtro de visitas es estricto", dice Ureña. Se tantea el poder adquisitivo del cliente, se piden los permisos de acceso... Lejos de ser un engorro, el proceso forma parte del encanto del lugar, ya que, según la inmobiliaria, la mayoría de la gente que pide ver casas en La Finca lo hace atraída por su exclusiva seguridad y la consecuente promesa de intimidad.
"En seguridad, La Finca está a años luz de otras urbanizaciones de este tipo", explica un portavoz del Grupo Sercon, la empresa que se ocupa de vigilar la urbanización. "El recinto cuenta con una excelente infraestructura tecnológica para hacerlo; el mérito no es nuestro, digamos que nosotros nos limitamos a conducir un Mercedes, el mérito es del fabricante". En la empresa prefieren no dar detalles sobre el sistema integral que protege el lugar (como, por ejemplo, cuánta gente hace falta para ello), ya que su obligación es "defender la intimidad de los clientes con la máxima discreción". Un paseo por la urbanización deja claras algunas de las medidas: tres garitas de entrada con guardia y control total de las visitas (que tienen que obtener permiso telefónico en directo de su anfitrión), cámaras, infrarrojos, detectores de movimiento, patrullas 24 horas, un doble perímetro, también videovigilado, aunque la última valla dé al monte (es decir, no hay modo de acercar un camión para desvalijar una casa). "Cada vez más urbanizaciones de lujo tienen sistemas integrales, pero no a este nivel, porque no se lo pueden permitir", explican en Sercon.
Sobre el papel, La Finca parece infranqueable, un ejemplo de lo que los urbanistas llaman la "bunkerización" del extrarradio burgués, zonas aisladas y sobreprotegidas, más por factores psicológicos (como el aumento de la riqueza personal) que por elementos externos (como el aumento de la criminalidad). Y sin embargo, conduciendo por los paseos ajardinados y los espacios abiertos de Los Lagos, uno no se puede sentir más lejos de un búnker. Los árboles disimulan las cámaras y el lugar es tan inmenso que ni siquiera ves las vallas. Dentro del recinto, las casas se esconden discretamente tras setos bajos. No dan la sensación de fortaleza de otras urbanizaciones de lujo: no hay verjas altísimas, perros furiosos, carteles de no pasar. "Urbanísticamente, la gran idea del promotor fue crear anillos absolutamente privados, lo que te proporciona un recinto muy exclusivo, un sistema acorazado pero agradable", dice el arquitecto Joaquín Torres. "En la mayoría de las urbanizaciones de lujo de la zona, las vallas de entrada son disuasorias", explica Eva Izquierdo, concejal del PSOE de Pozuelo, que solía pasear a su perro por aquí cuando era un campo lleno de cartuchos de cazadores (suya es la anécdota del lagarto). "Con la ley en la mano puedes entrar en casi cualquier urbanización, por mucha valla de dudosa legalidad que pongan, ya que sus calles son públicas y se benefician de los equipamientos del Ayuntamiento; en La Finca es distinto, todo el recinto vallado es propiedad privada".
La urbanización está registrada como una sola parcela gigante. Funciona como una comunidad de vecinos, donde el tercero izquierda, en vez de un piso, es una mansión de mil metros cuadrados. Ni siquiera entre las propias urbanizaciones que existen dentro de La Finca, unos vecinos tienen acceso a los espacios comunes de los otros. Como las calles son privadas, también lo es el alumbrado y el camión de la basura, que suponemos pasa a una hora que no molesta. "No lo sé", dice el vecino, "pero supongo, porque nunca lo he oído". "La seguridad es una obsesión para la gente con dinero, pero resulta muy incómoda si es particular", dice Torres, el arquitecto, que también es vecino de la urbanización. "Aquí depende de la comunidad y tú te olvidas". "Yo dejo las llaves en el coche, la puerta de casa abierta, los niños en el jardín", coincide el otro vecino. "Privatizar las calles es una idea muy simple, pero muy eficaz; mira que hay urbanizaciones, pero la gente se viene a esta, aunque cruzando la garita haya otras igual de buenas y más baratas, buscando esa tranquilidad". Mucho más si uno, además de rico, es famoso y le persiguen los paparazzi.
En Procisa prefieren no hablar de La Finca. "Nuestra política es la discreción total, comprendemos la atención mediática, pero no hablamos de la urbanización para preservar la intimidad de nuestros clientes, ya que es una de las razones por las que nos escogen", se disculpa una portavoz de la promotora. Redundando en ello, en su página web -bajo el lema "Queremos ser parte de su vida, queremos ser parte de su prestigio"- explican que La Finca es "el más selecto, exclusivo y seguro conjunto residencial de España". Sus "parcelas personalizadas", es decir, las más caras, representan su "filosofía llevada a su máximo exponente": "Ofrecer a nuestro cliente una residencia que materialice su personalidad. Cada espacio, cada rincón, será la materialización de sus sueños". Soñar es gratis, pero no en La Finca. La web de la promotora se cuida elegantemente de dar precios, pero una búsqueda en Internet desvela ofertas en la urbanización. Adosado de 567 metros, 1.900.000 euros (en http://casas.trovit.es); chalé de 927 metros, 3.800.000 euros (en www.idealista.com); mansión de 1.600 metros, 8.400.000 euros (www.tucasa.com). El precio por metro cuadrado llega a los 7.000 euros (la media en Madrid es de unos 3.000). Y sin embargo, está claro que a la gente le gusta soñar... uno de estos anuncios lo han visto 7.568 personas. Sólo siete se han animado a contactar por correo electrónico con el anunciante.
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