Una pegada animal

De la alta a la baja Corniche, sinuosa carretera de Niza a Montecarlo, se suceden decenas de curvas sobre el mar. En cada giro, un cartel indica la dirección al torneo de tenis. Allí, sin embargo, los españoles van por la autopista. Tres disputan hoy las semifinales: Rafael Nadal contra David Ferrer (13.30, Teledeporte) y Fernando Verdasco contra el serbio Novak Djokovic tras las victorias del mallorquín sobre Juan Carlos Ferrero (6-4 y 6-2), del alicantino sobre el alemán Phillipp Kohlschreiber (7-5 y 7-6) y del madrileño sobre Albert Montañés (6-3, 6-7 y 6-0). Frente al mar, Nadal sumó su encuentro número 200 sobre arcilla: 184 victorias y 16 derrotas. De ellos da, por importancia, una lista, desgranada mientras Verdasco llegaba a su primera semifinal en un masters pese a desperdiciar un 5-1 y tres puntos de partido en la segunda manga que se tradujeron en varios desperfectos causados por sus puños en el vestuario. "Luego, jugué enfadado", dijo.

Primero, la presentación. "Probablemente, fue la sorpresa más grande", cuenta Nadal, casi imposible reconocer en el mercurial hombre de hoy a aquel niño. Ocurrió en la segunda ronda de Montecarlo 2003. Un chaval de 16 años despidió (7-5 y 6-3) a Albert Costa, el número siete del mundo y campeón de Roland Garros: "Venía jugando muy bien, pero no creo que estuviera preparado para ganarle. Lo que pasa es que, cuando uno es joven y sale nuevo, la gente siempre le tiene más respeto. Siendo joven y español, creo que para Albert era un partido incómodo. Y pasó lo que pasó".

Pasó que Nadal, dolorosos los instantes dedicados ayer a sacarse arena de los ojos, tan feroz era la ventolera, ya ha ganado seis grandes con 23 años. Antes, sin embargo, hubo otro albero que le elevó a estrella. Es el segundo capítulo que selecciona. Fue en 2004 contra Andy Roddick en la final de la Copa Davis. Con 18 años, se convirtió en el más joven en ganar la ensaladera. "Pega a la pelota como una mula", dijo el estadounidense. La metáfora recupera su sentido tal día como ayer, ante Ferrero.

Luego, cierra la relación. Es el doble capítulo de Roland Garros: el primer grande, en 2005, y la obra maestra, el título de 2008: "Desde los cuartos hasta la final, es lo que mejor he jugado en mi vida en tierra". Roger Federer sólo se apuntó cuatro juegos (6-1, 6-3 y 6-0). Estaba aterrorizado por una leyenda. En las finales de Roma 2005 y 2006, Nadal había logrado dos agónicas victorias sobre el argentino Guillermo Coria (6-4, 3-6, 6-3, 4-6 y 7-6 en 314 minutos) y el suizo (6-7, 7-6, 6-4, 2-6 y 7-6 en 305). Fue el inicio de un mito, el del Nadal invencible sobre arcilla y a cinco sets. Sólo el sueco Robin Soderling, en Roland Garros 2009, lo rompería al ganarle en los octavos.

Ahora todos quieren ver lo mismo: Nadal aspira a ganar su primer torneo desde mayo de 2009 y a ser el primero que se anote seis veces seguidas el mismo trofeo.