"El arte llena una necesidad"
No sólo de escribir vive el escritor; sobre todo si se trata de Pablo Casacuberta, un novelista que pinta, fotografía y filma las ideas que quiere convertir en tangibles. "No es que intente una disciplina artística, es que de repente se me ocurre una idea que es un cuadro, o una foto. Y para verlo, tengo que pintarlo. Son escenas en las que quiero indagar", comenta este uruguayo de 41 años que ha expuesto en la galería Somniac (Nueva York) y codirigido un largometraje con el japonés Jukihiko Goto, entre otras cosas. Tras ganarse una buena reputación como autor polifacético e innovador en su país, acaba de publicar en España Escipión (451 Editores), de la que habla mientras apura su café en el madrileño Círculo de Bellas Artes.
El frágil protagonista de su nuevo libro, Aníbal, deberá renunciar a su visión del mundo como algo tosco y cruel: la historia arranca cuando su padre muere y le deja una curiosa petición en el testamento. Algo de ese progenitor, que enseña y protege incluso cuando parece que castiga, tuvo el padre de este autor. "Era una persona muy centrada en sí misma, con un folclore propio. Pensaba que tenía mucho que decir. Tenía una sensibilidad especial", evoca el escritor. "Vivía en México y, cuando murió, tuve que viajar allí para su funeral. Hubo que entrar en su casa a ordenar todo en cajas... Algo de esa imagen queda en Escipión, aunque es ficción y yo me identifico no sólo con el protagonista, sino con todos los personajes. El enemigo que ve este hombre en su padre es alguien exactamente igual a él. La novela explora ese esfuerzo denodado por definirnos por oposición al otro, que es lo más fácil. Olvidamos que también tenemos cosas en común con los demás y que ahí está lo interesante".
En la vida real, tanto ese padre como su madre fueron científicos que no tuvieron problema en alentar el precoz talento de su hijo. Eso tuvo su influencia: "Nunca se percibió en mi casa que existiera una brecha entre lo humanístico y la ciencia. Todo se ocupa de lo mismo, que es acercarse a la realidad. El arte llena una necesidad, no es algo místico o inexplicable. Es una manera de presentar a los demás una instantánea de la vivencia subjetiva, concreta y personal". De la necesidad por crear un modelo que explique el mundo habla también su libro. "Trata la dificultad de adoptar un modelo de realidad que sea más o menos objetivo. La novela te lleva por el conjunto de desgracias que el protagonista sufre, en gran medida imaginarias y autoinfligidas. No hay nadie que le persiga realmente".
Le gusta moverse entre la literatura, la pintura o el cine. Las nuevas tecnologías le facilitan mucho esa convivencia de mundos distintos pero interconectados, que a veces se mezclan. Sus pinceles asaltan entonces los anuncios de los periódicos o sus propias fotografías, y los colores dibujan el alma de la persona que inmortalizó su cámara. "Ahora, pasar de una disciplina a otra consiste simplemente en abrir distintas carpetas en un mismo ordenador. Esto te produce un aire de inmediatez y de libertad, pero tampoco me gusta la glorificación de las herramientas. Lo esencial es tener algo que decir", subraya. "La escritura es la que te hace coger cariño a los personajes y la historia, como lector y como autor".
Su flexible creatividad se ha plasmado no sólo en lienzos y en las páginas de sus novelas, sino también en anuncios publicitarios. Él le quita importancia: "Todos tenemos que pagar las cuentas. Eso tiene una naturaleza volátil... no hay ninguna publicidad del siglo XIX que guardemos en nuestro corazón". Pero esa "mitad" suya es la que asegura la independencia de sus proyectos, entre los que se incluyen ya siete libros. Han pasado dos décadas desde que publicara aquel primero, Ahora le toca al elefante, en 1991. Tenía 21 años. Desde entonces, su obra no ha parado de mutar. No le convence hablar de evolución: "Intento que mis novelas impliquen que el lector se acerque poco a poco a los personajes y vaya ampliando la noción de cómo van viendo la realidad. Y eso le hace cuestionarse cómo construye él la suya". Y al final necesita materializar el resultado. "Me gusta convertir lo que hago en objetos que pueda tocar y llevar conmigo. La motivación siempre es que eso que se me ocurrió exista de una forma tangible. Como creador, soy bastante fetichista". -
Escipión. Pablo Casacuberta. 451 Editores. Madrid, 2010. 304 páginas. 19,50 euros.
Escipión Pablo Casacuberta. 451 Editores. Madrid, 2010. 304 páginas. 19,50 euros
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