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Tentaciones
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Entrevista:MÚSICA

"Creen que estoy loca"

Un crítico de The Observer te salía por unos 10 euros. Los de las webs de NME y de Drowned in Spund costaban unos 20. Y las revistas Time Out y Maxim, unos 18. Éstas eran las erráticas tarifas de The Men From The Press, una agencia de comunicación a través de Internet que se presentaba a principios del pasado mes como la solución para que las bandas de rock noveles sin presupuesto para un publicista que pagara cervezas a periodistas pudieran tener a lo mejor de la prensa musical británica escribiendo críticas de sus discos. "La idea del proyecto era ofrecer una nueva aproximación a las relaciones públicas, pero nos han destruido. Algunas publicaciones y algunas agencias —no las vamos a nombrar— han hecho imposible que prosigamos al realizar constantes ataques a nuestra actividad, dañando nuestra reputación hasta el punto de hacernos perder toda ilusión por el proyecto", reza la leyenda que preside la ya no operativa página.

"Hay mucha profundidad en mi disco. No quiero ser una puta de los tabloides"

El primero en saltar a la red para denunciar el proyecto fue Sean Adams, editor de Drowned in Sound y colaborador de The Times. Aclaraba que, aunque el logo de su publicación apareciera en la web, ellos no tenían nada que ver con el proyecto, nadie se había comunicado con ellos y, si lo hubiese hecho, no hubieran aceptado participar. Del mismo modo se manifestaban Niall Doherty, editor de The Fly —éste amenazaba incluso con acciones legales por inapropiado uso del logo de su revista—, y Laura Snapes, de la web de NME, quien escribía, además, una suerte de manual del periodista comprometido con las bandas noveles, siempre dispuesto a apoyarlas contra viento, marea y multinacionales. El paternalismo en la prensa musical es una imparable tendencia.

The Men From The Press borraron la lista de publicaciones asociadas sustituyéndola por una de periodistas, algo que pronto se manifestó como uno de aquellos remedios que son peores que la enfermedad. Para el periodista Paul Lester, tal vez la única voz no cargada de prejuicios y leyendas, no hay nada malo en que te paguen por dar tu opinión sobre la música de algunas bandas que no pueden acceder a la prensa por los canales convencionales. El único problema, claro, es que queda siempre feo ver tu nombre al lado de una cifra y, sobre todo, que esta gente de The men from the Press no parecían muy de fiar, más que nada porque entre sus medios asociados incluían algunos ya no editados, como Smash Hits. La sensación final es que esta vez no ha funcionado, pero la próxima tal vez podría incluso salir bien. Después de todo, durante décadas los sellos han influido en los resultados de las críticas. Hasta que dejaron de poner publicidad y a nadie le importaba que se enfadaran. Ahora que las bandas se producen los discos, se autopromocionan y hasta piden dinero a los fans para salir de gira, es probable que pronto sean ellos mismos quienes paguen por sus críticas. Algo que no estaría mal, si consideramos que muy poca gente en muy pocos medios ha pensado jamás en pagarlas.

¿Funcionaría aquí? No hace falta. Nos queremos todos demasiado y nos caemos demasiado bien como para pensar en hacernos una mala crítica, eso se lo guardamos a los guiris, que tienen pasta y no leen en español. La mayoría de ellas se escriben por pasión por la música y no por algo tan poco comprometido con el compromiso personal como pagar el alquiler. Como si fuera el vino de Jumilla, siempre apoyamos el producto nacional, más si es joven y comparte barra VIP en el FIB.

Tic, toc, tic, toc. Seguro que hay una explicación freudiana para el abuso de esta onomatopeya acerca del paso del tiempo en el pop contemporáneo. De Gwen Stefani a Madonna. La última en buscar el éxito planetario a través de este recurso —que ya popularizara el cocodrilo que perseguía al Capitán Garfio— tiene 23 años y se llama Ke$ha. Escribe su nombre con un signo de dólar y, en sintonía con esa rebeldía ortográfica, los segundos de su reloj martillean con k: Tik Tok. 

A no ser que haya pasado unas largas vacaciones en el Polo Norte, probablemente haya oído esta canción, producida por Dr. Luke. Empezó a circular por Internet en agosto de 2009, terminó el año por todo lo alto (más de 600.000 descargas en una semana en diciembre) y empezó igual la nueva década: fue el primer sencillo que alcanzó el número 1 de la lista Billboard en 2010. En enero publicó su álbum de debut, Animal. Aunque se haya convertido en un símbolo de cómo hacer ídolos (y negocios) de masas en la era digital, Ke$ha cultiva su imagen de autenticidad a partir de letras que hablan de vomitar en el armario de Paris Hilton y lavarse los dientes con whisky. En una habitación más bien discreta de un lujoso hotel de París, con sus medias de rejilla rotas y el inevitable ojo ahumado, parece más una modelo de Bershka que un Sid Vicious en ciernes. "No promuevo una imagen de mí misma como chica mala", argumenta. "Lo único que quiero es pasarlo bien. Siempre tuve claro que quería que mi primer disco fuera muy divertido. Soy joven y quería que fuera una celebración de la irreverencia. No vendo nada, sólo soy yo misma. Un espíritu libre sin inhibiciones. La gente cree que estoy loca, pero sólo soy sincera". 

Cualquiera de sus biografías enfatiza los aspectos menos prefabricados de su carrera. Infancia en los estudios de Nashville pegada a su madre —compositora de Johnny Cash o Dolly Parton—, traslado a Los Ángeles a los 17 años para vivir de la música, un piso compartido en Laurel Canyon lleno de colegas sin un duro, la gamberrada de colarse en casa de Prince para que éste oyera sus temas, varios años para elaborar este primer disco… "He escrito todas las canciones de Animal, me ha llevado muchísimo tiempo acabarlo", defiende. "Realmente me he partido el culo en ello, así que me alegra que la gente quiera oírlo entero y no se quede en una canción. Hay mucha profundidad en el disco y a lo mejor no la captas oyendo sólo Tik Tok".

En sintonía con el tiempo que representa, el segundero de Ke$ha corre hiperveloz. Gracias a sus críticas a Britney Spears o Justin Bieber, muchos de los que la auparon hace unos meses la tachan ahora de bocazas. La chica ha matizado después algunos de esos comentarios que se produjeron después de esta entrevista. En todo caso, en ella ya demostró que no le cuesta demasiado colocarse en una liga diferente a la de sus colegas. "Cada una tiene su forma de tener éxito. Pero yo siempre he querido que fuera orgánico y real. No quiero ser una puta de tabloides. Quiero hacer música divertida. Por eso me alegra que la gente me preste tanta atención cuando mi trabajo no es algo tan obvio".

Las comparaciones más frecuentes la acercan a Uffie y Lady Gaga, pero su mezcla de electrónica y parloteo ha llevado a algunos críticos a meterla en una categoría más chocante. En diciembre, The New York Times la saludaba como una "nueva e inesperada voz para el rap" y afirmaba: "Tik Tok es un hito del pop contemporáneo: la completa e indolora asimilación de la rapera blanca en la música pop". "Me gusta hablar en los discos, pero nunca pensé en mí como una rapera", admite Ke$ha. "No es como si fuera a retar a Jay Z… Digo lo que me apetece en las canciones. Supongo que técnicamente es una especie de rap. Pero no es nada tan serio y es mucho más juguetón. También es verdad que cualquier hip-hopero puede decir lo que quiera sobre una chica y nadie dice nada. Yo quiero hacer lo mismo. Ver si los tíos pueden aguantar que una tía hable sobre ellos como ellos lo hacen sobre nosotras. Sólo trato de reírme un poco de ello. De cómo los tíos están sacando a relucir sus penes todo el tiempo".

Todavía impresionada por haber visto su cara en un póster gigante en los Campos Elíseos, Ke$ha se sorprende a menudo de lo jóvenes que son sus seguidores. No está claro qué ejemplo puede dar con su apología de la fiesta a esos "niños de seis años", pero conviene tener en cuenta que su paseo por el lado oscuro es, de momento, bastante ingenuo. ¿Lo más cerca que ha estado de cometer un delito? "Un día estaba conduciendo el coche de mi abuelo y sólo llevaba dos DNI falsos encima. Estaba más o menos viviendo en el coche, así que había ropa tirada y una bolsa llena de bragas. Me paró un poli y flipó: '¿Dónde está tu DNI? ¿De quién es este coche? ¿Y qué haces con una bolsa llena de ropa interior?". ¿Estaba limpia, al menos? "Sí, estaba limpia".

Animal está editado en Sony.

<b>Ke$ha lleva varios meses cultivando una imagen de traviesa, reivindicándose a la vez que critica a otros ídolos pop. Según Perez Hilton, sus 15 minutos de fama están cerca de agotarse.</b>
Ke$ha lleva varios meses cultivando una imagen de traviesa, reivindicándose a la vez que critica a otros ídolos pop. Según Perez Hilton, sus 15 minutos de fama están cerca de agotarse.

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