Los rusos en La Scala
Fue el año 2009 el de las celebraciones en todo el mundo por el centenario de los Ballets Russes de Serguéi Diaghilev (BBRR), y el Museo Teatral de La Scala de Milán se suma en 2010, por sus propias características de calendario, a un circuito que comprendió Boston, Moscú, Estocolmo (Museo de la Danza), Viena, Montecarlo y San Petersburgo con grandes exposiciones temáticas. La muestra milanesa se centra en creaciones que fueron bailadas en este teatro, a veces con las decoraciones y vestuarios itinerantes de Diaghilev, y otras con producciones propias de la casa. Son 14 coreografías vistas por primera vez entre 1920 y 1927. Valdría la pena recordar que la compañía de los BBRR se atomiza y desaparece en 1929 con la muerte de su genio director, pero la semilla sembrada se siguió representando. La exposición está ideada y comisariada por la crítica y escritora Marinella Guatterini, y ha contado con la estrecha colaboración del bailarín y coleccionista Toni Candeloro.
Títulos como Cleopatra (1909), Petrouschka (1911), Danzas Povlosianas (1909), Carnaval (1910), Papillons (1914), Thamar (1912), Cuentos rusos (1917), Sol de medianoche (1915) o Las femmes de bonne humeur (1917) se vieron en el coliseo milanés, además de los derivados al Teatro Lírico (verdadera segunda sede funcional del ente lírico), donde se reseñan Cimarrosiana (1924), El pájaro de fuego (1910), Las bodas de Aurora (1921) y la reducción del acto blanco de El lago de los cisnes (1911-1919). ¿De dónde parte la enorme variedad de esta oferta que alternaba repertorio de tradición con nuevas creaciones? De un acertado criterio de Diaghilev al sostener en su itinerancia lo que debía subir a escena en cada plaza de acuerdo con el gusto de los públicos en su especificidad, una política de producción hoy día impensable para largas giras internacionales.
Toni Candelero fue uno de los bailarines más destacados de su generación, de los que hizo carrera internacional en una época en que el ballet era otra cosa. Ya entonces era un artista refinado y culto, una rara avis dentro de la profesión, que se interesaba por el repertorio, el pasado y la historia. Poco a poco su afición se convirtió en sed de investigación y coleccionismo. Actualmente, los fondos de su colección privada (una de las más rigurosas de Europa), centrada a partir de los Ballets Russes de Diaghilev, son sin duda los más importantes de Italia. Trajes, dibujos, porcelanas, telones y materiales de hemeroteca conseguidos en una búsqueda que tiene mucho de misión religiosa.
Con la exposición en el Museo del Teatro alla Scala de Milán, a Candelero le llega una compensación merecida al menos en el aspecto nominal. Italia no estuvo al margen de la evolución estética que se verificaba en la danza en esos agitados años de principios del siglo XX, y su estela se extiende en la programación del coliseo milanés más allá de entreguerras y hasta la década de los años sesenta. Es más bien la historia de un repertorio que ha marcado el ballet universal y el italiano en particular.
Otros coleccionistas que participan en la muestra son el ruso Alexandre Vassiliev, la Asociación Mijaíl Fokin, Paolo Castaldi y especialmente el Archivo de Trajes Caramba (nombre más español imposible, pues hace alusión a un accesorio típico de la Escuela Bolera) de La Scala. Entre otras piezas, un traje del personaje Príncipe Iván de Pájaro de fuego diseñado por León Bakst (1910), los de Natalia Gontcharova para este mismo ballet (producción de La Scala 1954-1955) donde se verifica la influencia picassiana y el traje de la momia de Cleopatra pintado por Sonia Delaunay. Como curiosidad, el único y rarísimo autógrafo de Vaslav Nijinski (que nunca bailó en La Scala) datado en su etapa de locura.
Ballets Russes alla Scala. Milano Anni Venti. Museo Teatral del Teatro alla Scala de Milán. http://www.teatroallascala.org.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.