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Reportaje:

Concordia cuatro siglos después

Intelectuales abogan por otorgar el Príncipe de Asturias a los moriscos expulsados

Cuando hace dos décadas se le otorgó el premio Príncipe de Asturias de la Concordia al pueblo sefardí, España se ponía frente a uno de sus espejos históricos más tristes: el de la expulsión de los judíos, dictada por los Reyes Católicos en 1492. Que el Estado y la Corona reconociesen en 1990 la inmensa tragedia que supuso este hecho sirvió para recordársela a los ciudadanos y empezar a curar unas heridas que, de tanto tiempo abiertas, casi se habían olvidado. Lo mismo ocurrió con los moriscos, musulmanes españoles -o descendientes de musulmanes convertidos al cristianismo- un siglo después. En 1609, Felipe III daba la orden de expulsión de este pueblo. Algunos calculan que unas 300.000 personas se vieron obligadas a abandonar su patria. Pero otras muchas consiguieron quedarse e integrarse, tratando de olvidar su pasado.

Saramago, Maalouf, Naïr y Goytisolo se han adherido a la iniciativa
"Córdoba es un paradigma del diálogo interreligioso"

Un grupo de intelectuales presentó ayer en Córdoba su idea para que el pueblo morisco sea también candidato a recibir el Príncipe de Asturias de la Concordia. El nobel portugués José Saramago, el escritor libanés Amin Maalouf, los filósofos Sami Naïr y Reyes Mate, el novelista Juan Goytisolo y el catedrático emérito de la Universidad de Harvard Francisco Márquez Villanueva son sólo algunos de los 1.600 intelectuales que se han adherido a esta iniciativa. Pero la idea nació de la voluntad de un grupo de amigos, entre los que están Antonio Manuel Rodríguez Ramos, Manuel Pimentel, Mansur Escudero, Sebastián de la Obra y Juan José Tamayo. Todos ellos son conocedores del mundo islámico y de la riqueza que ha aportado a la historia española.

"Nuestro objetivo es reconstruir la memoria colectiva hispana. Es cierto que no es más que un gesto simbólico, pero muy importante. Y más aún si éste viene del propio Estado y de la Corona", comenta Rodríguez Ramos. El escritor y jurista subraya también el hecho de que se trata de una iniciativa "ciudadana, laica, independiente y plural. Respaldada por gentes de todas las creencias, ideologías y culturas. Por ateos, agnósticos, judíos, católicos y musulmanes".

Muchos, entre ellos el propio Rodríguez Ramos, resaltan que hablar de los moriscos en términos de pasado es un error, ya que muchos de ellos se quedaron y dieron forma a la idiosincrasia propia andaluza y española. De la misma opinión es el editor Manuel Pimentel, que como Rodríguez Ramos es patrono de la Fundación Blas Infante. "Hemos entendido el pasado de Al Ándalus como algo ajeno, cuando debemos integrarlo con naturalidad. Los moriscos dejaron una honda huella en la cultura española, como en la literatura de los siglos XVI y XVII, realizada mucha por conversos", explica Pimentel

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La realidad sefardí sigue muy presente hoy en día al hablar de los moriscos. Y, de hecho, la presentación de la candidatura se celebró ayer en la Casa Sefarad. Su director, Sebastián de la Obra, señala que "sefardíes y moriscos compartieron la discriminación, la diáspora y el desarraigo allí donde se establecieron tras partir de España. Pero también comparten un paradigma: el de la resistencia y la pervivencia". "Por eso", continúa, "es vital que los españoles recuperen su memoria, porque los sefardíes y los moriscos somos nosotros". En este sentido, el presidente de la Junta Islámica española, Mansur Escudero, afirma que el premio "serviría para recuperar una identidad sin revanchas, reforzando la reconciliación y el perdón mutuo".

El teólogo Juan José Tamayo elogia que Córdoba haya sido la ciudad elegida para dar a conocer la iniciativa: "Córdoba es un paradigma del diálogo interreligioso, sin idealizarlo, porque también hubo choques. Pero la experiencia religiosa fue aquí más abierta".

De izquierda a derecha, Manuel Pimentel, Sebastián de la Obra, Antonio Manuel Rodríguez Ramos y Mansur Escudero, ayer en Córdoba.
De izquierda a derecha, Manuel Pimentel, Sebastián de la Obra, Antonio Manuel Rodríguez Ramos y Mansur Escudero, ayer en Córdoba.F. J. VARGAS

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