_
_
_
_
_
Reportaje:

Las inútiles plazas de la Diagonal

La avenida expulsó al peatón del espacio central para entregarlo al coche

En el tramo central de la Diagonal hay tres espacios más o menos equivalentes a plazas: Francesc Macià, Joan Carles I y Mossèn Cinto Verdaguer, lugares en los que el ser humano difícilmente puede poner el pie. En realidad, funcionan como rotondas ordenadoras del tráfico. Son espacios que deberá tener en cuenta la reforma de la avenida, especialmente si el tranvía circula por el tramo central. Los monumentos existentes, centrales en esos puntos, se mantendrán. La solución de por dónde podría pasar el tranvía -si finalmente se opta por ese transporte- ya se verá en el proyecto definitivo.

La Diagonal ha sido una de las vías más bautizadas de Barcelona, y también algunas de sus plazas. El primer nombre que se dio a la avenida, en 1891, fue el de calle de Argüelles. Después fue llamada Alfonso XIII; más tarde, 14 de Abril (día de la proclamación de la Segunda República), Generalísimo Franco y, finalmente, Diagonal, que es como siempre la llamaron los barceloneses.

La reforma de la avenida y el paso del tranvía plantean el cruce por las plazas

Ese mismo vaivén de nombres se ha producido en algunas de las plazas. La que hoy se denomina Francesc Macià (desde 1979) llevó antes el nombre de Calvo Sotelo (José, diputado derechista muerto a tiros en 1936). En el momento de su nacimiento (1932) fue bautizada con el nombre del presidente de la república Alcalá Zamora y en 1936 pasó a llamarse Hermanos Badia (dos nacionalistas catalanes asesinados por militantes anarquistas). La plaza es obra del arquitecto Rubió i Tudurí, que dibujó en su interior un estanque que tiene la forma de la isla de Menorca, en homenaje a su tierra natal.

Francesc Macià es el punto de unión entre la Diagonal tradicional (la más antigua y asentada) y la nueva, mucho más ancha y consolidada sólo a partir de los sesenta hasta la zona universitaria. A partir de ahí, se convierte en autopista.

Si Francesc Macià ha sufrido cambios, no han sido menos los que ha vivido el cruce de la avenida con el paseo de Gràcia, de donde arrancan los jardincillos en los que puede verse una escultura, Empordà, de Ernest Maragall (tío del actual consejero de Educación). Ese espacio se llama hoy plaza de Joan Carles I, aunque para ver ahí una plaza hay que echarle mucha imaginación. De la misma manera que la Diagonal, se llamara como se llamase, fue conocida siempre como Diagonal; la plaza de Joan Carles I ha sido llamada la del Cinc d'Oros y, sobre todo, popularmente ha sido conocida como la plaza del llapis por la forma del obelisco.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

El nombre de Cinc d'Oros procede del diseño inicial, en el que participaron los arquitectos Adolf Florensa y Josep Vilaseca. Al principio había cuatro pequeñas rotondas peatonales con la grande en el centro, donde se aloja el obelisco que iba a ser un homenaje a Pi i Margall. Más adelante se encargó a Josep Viladomat una escultura que evocara la República. Se instaló en 1934, aunque la inauguración oficial sería en 1936. Como miraba hacia el mar, cuenta Lluís Permanyer, los barceloneses no tardaron en sostener que la República tenía "Gràcia en el culo".

La estatua desapareció con la dictadura y, durante un tiempo, se instaló allí un águila fascista, lo que hizo que los barceloneses se refirieran a la plaza como "la del loro". La dictadura encargó a Frederic Marés una obra que conmemorase la "victoria" y allí fue puesta, dando nombre a la plaza. Las farolas diseñadas a principios del siglo XX por Pere Falques pueden verse hoy en la avenida de Gaudí. La estatua de la República se halla en Nou Barris.

El monumento a Verdaguer, en la confluencia de la Diagonal con el paseo de Sant Joan y Mallorca, es obra de Josep Maria Pericàs y fue inaugurado en 1924. Verdaguer fue un poeta apreciado por los barceloneses, que acudieron masivamente a su entierro en 1902. Las autoridades anunciaron de inmediato que se le erigiría un monumento, pero la historia iba despacio y tardó casi un cuarto de siglo en hacerse realidad.

CONSUELO BAUTISTA

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_