Perspectivas
Algunas ficciones, y no ficciones, han rescatado últimamente la peripecia de los espías españoles que trabajaron para Londres durante la II Guerra Mundial. Una profunda paradoja envuelve la figura de estos agentes que se jugaron la vida por unos valores -la libertad, las libertades, la democracia parlamentaria- derrotados en su propio país gracias, precisamente, al Gobierno británico. El Comité de No Intervención resultó más decisivo para la victoria de Franco que la ayuda de las potencias del Eje. En España, en 1936, los ingleses no habían encontrado a los españoles dignos de lo que deseaban para sí mismos. En aquella guerra, "el lado correcto" no había sido para Londres el antifascista.
Los juegos de perspectiva siguen produciendo efectos de la misma perversa naturaleza, que a menudo pretenden ampararse bajo el noble abrigo de los principios. No son situaciones cómodas, desde luego, ni deseables para nadie. No existe intemperie más despiadada que aquella a la que nos exponen los nuestros, gentes o movimientos inspirados por la misma fe que profesamos. En esos casos, nada mejor que retorcer la perspectiva para situarse en el lugar del otro. Entonces, es difícil dudar de que el único "lado correcto" es aquél donde no deseamos para nadie lo que no querríamos para nosotros mismos.
Para situarse en esa posición, no es preciso traicionar nada, renunciar a los viejos ideales ni entregarse al enemigo, al contrario. El auténtico "lado correcto" es una isla en la que uno siempre está a solas consigo mismo, rodeado por la oceánica incomprensión de los demás. A veces, ese es el único precio que hay que pagar. Otras, no. Duele comprobar cómo la limpia sencillez de esta ecuación, se sigue estrellando una y otra vez con la realidad de Cuba. Extraño colonialismo, el que admite para un país ajeno lo que no toleraría en el propio.
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