Horizonte integrado
"Vienen a ser novedades las cosas que se olvidaron" escribió lúcidamente Lope de Vega hace ya varios siglos y sin embargo parece que lo hubiera escrito ahora, o mejor, para ahora mismo, para su aplicación a una gran variedad de asuntos que intermitentemente ocupan nuestra actualidad. Como el que se refiere a la situación de los menores extranjeros no acompañados que se encuentran en los centros gestionados por las Diputaciones. Se trata de uno de esos temas olvidados que de repente pasan a ser novedades, uno de esos temas-Guadiana que de vez en cuando emergen y luego vuelven a enterrarse.
En estos días, la situación de estos jóvenes acogidos en instituciones forales (en concreto guipuzcoanas) ha vuelto a salir a la superficie, y para hablar de ella, el Diputado General de Gipúzcoa le ha pedido a la consejera de Justicia una reunión "urgente". Reunión que acaba de producirse. Tengo mis dudas acerca de la elección del adjetivo. Si esa (llamada a) reunión interinstitucional hubiera sido "urgente" hace mucho tiempo que se habría producido; porque hace mucho tiempo que las circunstancias de acogida de esos menores no acompañados suscitan interrogaciones y preocupaciones tan serias que han motivado la intervención, entre otras instancias, del Ararteko.
La situación, pues, no es una novedad. Lo nuevo es que en ese escenario conocido había irrumpido la afirmación de la consejera de Justicia de que entre los jóvenes extranjeros está calando la idea de que cometer delitos es una manera de evitar ser trasladados a centros gestionados por la Diputación; es decir, que estos jóvenes prefieren ir a una "cárcel" de menores antes que a uno de esos centros. Dicha la afirmación, hecha la petición de reunión y celebrada la misma. Lo que creo que permite pensar que la activación de ese encuentro urgente no es tanto la situación real -y sabida- de estos jóvenes extranjeros, como la representación ante la sociedad de las condiciones de su acogida. O que, más que una preocupación renovada por cómo viven ellos, la motiva cómo quedan las instituciones forales ante la opinión pública. Y no resulta muy tranquilizador imaginar que se puede conseguir más o antes por la vía de una tensión entre instituciones que por la del atento y sereno ejercicio de la responsabilidad intrainstitucional.
Me consolaré confiando en que la visibilidad que ahora mismo han adquirido estos menores extranjeros -cuya vulnerabilidad es máxima, porque están sin sus familias y lejos de sus referencias afectivas y culturales- que esta visibilidad no va a ser flor de un día sino materia prima para revisar en transparencias y en profundidad las condiciones en las que viven, para reformular los proyectos formativos en que se les implica o podría implicárseles. En definitiva, para redefinir el horizonte integrado en nuestra sociedad hacia el que podemos, y entiendo que debemos, orientarles.
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