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El coleccionista de topónimos

Paco Nadal

Todo empezó en una mañana luminosa de invierno. Como escritor de guías de viaje, hago decenas de miles de kilómetros al año por la España rural. Conducía por una carretera perdida de Guadalajara cuando de repente apareció el cartel de entrada a una localidad. Solanillos del Extremo. ¡Solanillos del Extremo! Frené en seco. ¿Quién pudo ponerle a un pueblo un nombre así? ¿Extremo de qué? Si esto no es el principio ni el final de nada. Me pareció curioso el nombre, bajé y le hice una foto al cartel.

Un mes después, similar escena: provincia de Burgos, carreteras rurales, la inmensidad de la nada y otro cartel: Modúbar de la Emparedada. No es posible, pensé; debe de haber una cámara oculta. Paré, bajé con la cámara de fotos, pero de repente pensé: "Nadie se va a creer que he estado alguna vez en Modúbar de la Emparedada". Así que decidí hacerme esta vez la foto yo mismo con el cartel. Y así nació una colección de autorretratos junto a nombres de pueblos raros que empecé hace ya más de seis años. Una lista de topónimos que se caracteriza por la extrañeza o la belleza de sus sílabas; en definitiva, por la capacidad de sorprender al que pasa.

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No hay un pueblo como el mío

Desde entonces, mirar los carteles de cada pueblo ha dejado de ser una diversión para convertirse en una obsesión; a veces tardo cuatro horas en hacer 200 kilómetros porque me detengo una docena de veces a hacerme fotos. Y ya he estado a punto de salirme de la calzada en varias ocasiones, ensimismado con un Canillas de Aceituno, un Cuzcurrita del Río Tirón, un La Almunia de Doña Godina (qué nombre tan bonito) o un La Hija de Dios.

El tema se complica si encima no viajas solo. Explicarle a la familia que vas a dar un rodeo de media hora porque has visto un cartel que pone "Coscojuela de Fantova, 20" no es nada fácil. Pero qué caramba: ¡una obsesión es una obsesión!

Siempre que hablo de esta extraña costumbre la gente me pregunta lo mismo: "¿Y cuál es el nombre más raro que has visto?". Ardua cuestión. Cuesta decidirse por uno. Aunque, si he de hacerlo, me quedo con Manganeses de la Lampreana, un pueblo de Zamora que además tiene primo hermano: Manganeses de la Polvorosa. Pero, la verdad, digo ese por decir uno, porque el resto son igual de fantásticos: Cornudilla, La Colilla, Rillo de Gallo, El Cubo de la Tierra del Vino, Guasa, Tocón, Raíces, Tobillos, Mas de los Mudos, Alcantarilla, Villanueva del Trabuco, Adiós, Aveinte, Calzadilla de los Hermanillos...

¡Qué grande... y divertido... puede llegar a ser el mapa!

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