Objetos negados de Rodney Graham

Algunos artistas saben cómo crear a partir de apropiaciones ajenas. Rodney Graham (Abbotsford, 1949) es uno de ellos. Desde que en 1986 fue despedido de la red de distribución de bebidas alcohólicas, en Vancouver, donde había trabajado durante 14 años, después de haber pasado por oficios más o menos "campestres", Graham se convirtió en una de las figuras más potentes e inclasificables del panorama artístico canadiense, en parte gracias a su mentor Jeff Wall y a que supo encarnar sus fijaciones en un nuevo sentido de la representación, con el uso de imágenes a menudo encontradas que complicaban, e incluso contradecían, las reivindicaciones de autoría y autenticidad. Para Graham, la imagen era tan transparente como un haz de luz, transmitía su mensaje a través de cualquier medio, páginas de libros, fotografías del tamaño de un ventanal, lienzos, vallas y todas las demás formas de cultura de masas. El marco visual que rodeó a Graham libró a su trabajo de todo tipo de etiquetas que podrían haber sostenido que era un mero artista conceptual, mejor y más esteticista que muchos de sus contemporáneos, pero obsesionado por la forma palpitante, el "objeto negado" de Mallarmé. Vinculada a la tradición americana más antigua, la de los pintores iluministas -paisaje y luz considerados como la obra de un dios menor-, la obra de Graham es literaria, nunca narrativa, y sin la ansiedad cáustica del arte político o el trascendentalismo.

Un artista de estas características necesita un buen narrador/curador encargado de las líneas de suministro teórico. En la exposición del Macba, centrada en el fondo archivístico del editor belga Yves Gevaert y en un itinerario que abarca la adaptación de textos literarios y la apropiación de temas de la historia del arte, trabajos cinematográficos y pintura, Friedrich Meschede está desaparecido o, en el mejor de los casos, hipnotizado. No hay ni intimidad, ni candor. Su indolencia y falta de implicación como comisario hace de esta muestra per se algo emocionante y exquisito para los entendidos, y fastidiosamente aburrido para el gran público. Pero así como todo gran artista encuentra su escala, el visitante debería también saber rastrear las pistas que éste deja. En A través del bosque están muchas de las claves de un trabajo que soporta muchas lecturas, por su carácter enciclopédico y de obra total. Se han incluido sus series de polaroids donde se ven ya algunos aspectos esenciales de posteriores obras suyas: la fascinación por los procesos fotográficos que transforman los objetos de meras representaciones en imágenes autónomas, o la idea de la iluminación de parajes nocturnos expresada mediante el uso del flash. Ejemplos son los experimentos con una cámara oscura construida por él mismo, con la que fotografía las ruinas de Roma (1978) -expuestas por primera vez en 1989 en la galería Marga Paz- o la serie Montserrat (1994) que el artista presentó ese mismo año en el Espai Poblenou de Barcelona. Máquinas para la lectura (Lenz, 1986), que destacan fragmentos de novelas o de óperas (Parsifal, 19902009) para leerlas u oírlas en loop; estanterías y objetos-anaqueles ostensiblemente parecidas a objetos del arte minimal; los filmes (Vexation Island, Bienal de Venecia de 1997), donde el propio artista interpreta el personaje de Robinson Crusoe; Lobbing Potatoes at a Gong (1969), que descubre muchos de los vínculos de Graham con el rock; Coruscating Cinnamon Granules (1996), Torqued Chandelier Release (2005) y Rheinmetall/Victoria 8 (2003), con la imagen más poética que jamás se haya hecho de una vieja máquina de escribir.

Una vez más, hay que agradecer al Macba la programación de una exposición de altísima exigencia, aun en contra de su voluntad.