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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Sarkozy ante sí mismo

La forma efectista de gobernar del presidente penaliza al centro-derecha en las elecciones

La segunda vuelta de las elecciones regionales francesas ha corroborado la tendencia que apuntaba en la primera: la izquierda logra una rotunda victoria sobre el centro-derecha del presidente Sarkozy. Con el trasfondo de una abstención del 48%, y de un preocupante avance de la ultraderecha de Le Pen, el Partido Socialista, Europa Ecológica y el Frente de Izquierda han sumado un 54% de los votos frente al 36% de la UMP. Así, 23 de las 26 regiones quedan en manos de la izquierda, lo que supone una inmejorable plataforma para que los socialistas recompongan sus filas.

El entorno del Elíseo ha reconocido su decepción, aunque ha realizado una lectura mecánica y superficial de los resultados. En contra de lo que han sugerido los líderes de la UMP, la severidad del castigo no se explica sólo por la crisis económica y la desafección hacia el presidente y su Ejecutivo que suele producirse a mitad de mandato. A esos factores hay que sumar el que seguramente ha constituido la influencia más determinante: el rechazo de una forma de gobernar que, al mismo tiempo que mantiene al presidente en un constante primer plano y siempre en pugna consigo mismo, pone mayor énfasis en los golpes de efecto en torno a las reformas que en las reformas mismas.

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El 65% de los franceses prefiere que Sarkozy no se presente a la reelección en 2012

La derrota del centro-derecha ha dejado en evidencia la debilidad de las líneas estratégicas más audaces adoptadas por Sarkozy. La cooptación de figuras destacadas del Partido Socialista para relevantes tareas de Gobierno ha servido para deteriorar la capacidad de oposición del centro-izquierda, pero al precio de empujar el voto hacia los extremos. Y en el caso de la ultraderecha, el intento de capitalizar sus principales temas de campaña, como la inmigración o la identidad nacional, ha reforzado a Le Pen. De la agenda del populismo, son siempre los populistas los principales beneficiarios.

Es prematuro, en cualquier caso, extrapolar los resultados de estas elecciones a las legislativas o las presidenciales. No sólo porque la victoria no ha correspondido únicamente al Partido Socialista, sino al conjunto de la izquierda, mientras que la derecha se ha dividido; sino porque Sarkozy tiene tiempo para reaccionar, distribuyendo parte de su protagonismo personal entre sus ministros: algo que ayer pareció dispuesto a ensayar aunque está por ver si los pequeños cambios anunciados en su Gobierno responden a ese diseño.

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