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Crítica:TOROS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

¿Dónde están las figuras?

Saltó el quinto al ruedo con un pitón izquierdo que cortaba el aire. Primero se hizo el silencio. Después una ovación. Antes de que saliese el caballo, una voz salió del tendido 7, el más poblado en esta pavorosa novillada: "¿Dónde están las figuras?". La plaza premió al acertado aficionado con unas palmas que sirvieron también de ánimo a los tres aspirantes.

No es de recibo que en pleno proceso de aprendizaje se tenga que asumir la lidia de animales de mayor tamaño, presencia y movilidad que los que torean las figuras del escalafón. Al contrario que en cualquier otra profesión, en el toreo primero se desaprende y se pasa un mal rato, para después aliviarse, tener ventajas, escoger compañeros de cartel y ganaderías con embestidas de almíbar. No hay niveles de exigencia. En San Isidro todo vale. En temporada se analiza hasta el más mínimo gesto del último peón. No estaría mal esto último si los abonados que llenan la plaza cuando vienen los mandones mantuvieran el nivel.

TORRES GALLEGO / HERRERO / ESCRIBANO / FERNÁNDEZ

Novillos de imponente y excesiva presentación de Torres Gallego.

Javier Herrero: estocada; saludos y cuatro pinchazos, estocada; silencio tras dos avisos. Cristian Escribano: media estocada; ovación con saludos

y pinchazo y media estocada; vuelta al ruedo tras petición y aviso.

Esaú Fernández: apuntillado por la cuadrilla; pitos y estocada y dos descabellos; silencio. Las Ventas. Un cuarto de entrada.

Los aficionados se quedaron sin saliva en los olés dedicados a Escribano

Agarrados a la almohadilla los aficionados se quedaron sin saliva en los olés, casi como muestras de alivio, dedicados a Cristian Escribano por cuatro naturales en los medios al novillo de la ovación de salida, a un pavoroso quinto novillo que no se ve de Despeñaperros para abajo.

Hubo un animal bravo, alegre, entregado, que iba largo en el capote y metía la cabeza abajo. Tanto llamó la atención que el picador tuvo que frenarlo. Dos puyazos con saña, premeditación y barrena dejaron al novillo hecho un trapo. Esaú Fernández porfiaba con el trapo rojo. A mitad de faena se echó el animal. Quería embestir y no podía. Con actuaciones como ésta no hacen falta antitaurinos. Si un novillero no está preparado no debe presentarse en Madrid. Mejor eso que matar al mejor toro del encierro. Tampoco supo arreglarlo en el que cerró plaza.

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Javier Herrero se jugó el tipo sin miramientos. Se llevó golpes y volteretas. No importaba. Hasta ejecutó con gusto y clasicismo la estocada. Brindó su primer novillo al doctor Máximo García Padrós por servicios anteriores. Tuvo suerte esta vez; un poco más y se lleva puntos como para cambiar de móvil.

Estas encerronas en Madrid se han convertido en norma y peaje para seguir en el circuito. La desigualdad con respecto a ferias como, por ejemplo, las actuales Fallas convierten hacer el paseíllo en Las Ventas en una experiencia parecida a la ruleta rusa.

Lo extraño en esta ocasión es que no se anunciaba en los carteles Torres Gallego, sino Nazario Ibáñez. Sus bureles no pasaron el reconocimiento veterinario y como recambio llegaron unos mastodontes cuya presencia no encaja con el peso declarado en el programa. Las películas de miedo no sólo son para adolescentes.

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