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Madrid aún no cree en la primavera

El tiempo se estropea mañana después de una tregua de tres días

Gusta la meteorología como tema de conversación. Entretiene. La gente bucea en Internet para conocer el estado de las mareas y encuentra muy socorridos los cambios de temperatura para sondear las opiniones del vecino. Pero lo que ya no le gusta tanto es responder así, de repente, a las preguntas de un reportero sobre uno de los primeros días primaverales de 2010. Los madrileños, abrigo invernal anudado al brazo, no terminan de encontrarse cómodos en el discurso climático: "Sí, mejor que haga calor", conceden dos señoritas que caminan por los jardines de los Nuevos Ministerios. Ni de creerse que haga calor.

Debe ser que la locuacidad sobre este asunto sólo se desata en los ascensores. Ni siquiera las teorías del cambio climático encienden el debate. "Es que ya tocaba, es lo normal, lo raro era tanto frío", sentencia Ángel mientras se come el bocadillo en una placita de cemento de las que articulan Azca. Pero desde el domingo en Madrid pasa algo. Las temperaturas han ascendido hasta rozar los 18 grados. Y con el cielo ya ennegrecido no bajaban de 10. La temperatura media de los últimos 30 días ha sido de siete. Y eso, después de dos meses en los que no ha parado de llover y ha nevado hasta en cinco ocasiones desde que comenzó el año. Pero a partir de mañana vuelve a haber riesgo de lluvias.La gente sigue llevando ropa de abrigo y no termina de fiarse del sol. Pero hay al menos tres síntomas de que el calor se ha impregnado al asfalto. Las personas que viven en la calle tienden sus pertenencias después de haberlas lavado en una fuente y se frotan el torso junto a la Consejería de Justicia, en la Puerta del Sol. También en AZCA emergen toallas y mantas puestas al sol.

Otro síntoma es la densidad de niño por metro cuadrado en los parques. En el del Canal y en los que jalonan Fuencarral hay un bullicio desconocido. Casi todos corretean con el abrigo desabrochado o directamente sin él. Ángeles argumenta que no ha podido convencer a su hija Andrea con la consabida negativa a jugar en la calle porque hace mucho frío. "Hace tan bueno que me ha dado pena". Así, los pequeños se desbravan en todas las direcciones mientras la gente ocupa las terrazas que empiezan a brotar por las calles.

Ése es el tercer síntoma. "No más chutes no", se oye al ritmo de unas palmas rumberas en Santa Engracia. La terraza se despliega por toda una esquina achaflanada. Y los altavoces que dan al exterior advierten sobre los peligros de la heroína. Parejas y grupos de amigos han ocupado buena parte de las mesas. Todos se han quitado las prendas invernales, que se han quedado desparramadas por los respaldos de las sillas.

Tercer síntoma y último. Los madrileños aún no creen en la primavera.

Varias personas toman el sol al lado del monumento a la Constitución, junto a la Castellana.
Varias personas toman el sol al lado del monumento a la Constitución, junto a la Castellana.LUIS SEVILLANO
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