Bono dice al juez que el Cougar no fue derribado y que el riesgo era moderado
El ex ministro de Defensa testifica por escrito sobre la muerte de 17 soldados
"El Ministro de Defensa no descartó, inicialmente, la posibilidad de un ataque. [...] Posteriormente, supo que la verdad estaba clara y que la hipótesis del ataque no tiene el más mínimo fundamento real". Así de categórico se muestra el presidente del Congreso y entonces ministro de Defensa, José Bono, en el escrito que el lunes entregó en el juzgado togado militar número 11, que investiga el accidente del helicóptero Cougar, en el que murieron 17 militares, el 16 de agosto de 2005, en Afganistán.
Bono no acudió en persona a testificar, como hizo en el caso del Yak-42, pero sí a entregar las respuestas a 88 preguntas, que acompañó con una transcripción de su diario personal correspondiente a aquellas fechas (del que se reproduce un fragmento en esta página) y con tres notas del entonces jefe de la cúpula militar y actual director del servicio secreto CNI, Félix Sanz.
Los helicópteros españoles volaban mucho más bajo que los de EE UU
Descartado el ataque, Bono se remite a los factores que la comisión técnica de investigación apuntó como causa del accidente: "Maniobra agresiva, atención en un factor externo, exceso de confianza, hecho fortuito que pudiera producir un descuido, volar a muy poca altura del suelo".
Pero es en este último punto en el que inciden los documentos que aporta y los testimonios que cita. Una nota del general Sanz, que relata el breafing previo a la misión -un supuesto táctico de adiestramiento para el batallón electoral- señala que la altura de vuelo debía ser "la normal para la zona, entre 50/60 pies sobre el terreno"; es decir, entre 15 y 18 metros. En la misma nota se indica, sin embargo, que "las fuerzas norteamericanas que operan en Afganistán tienen ordenado volar siempre a alturas superiores a los 300 pies (unos 90 metros) sobre el suelo". Es decir, los helicópteros españoles iban hasta cinco veces más bajo.
Pero ni siquiera parece que este límite se respetara, pues los soldados que iban en el segundo helicóptero, que hizo un aterrizaje de emergencia al creer que el primer Cougar había sido derribado, le dijeron a Bono, cuando les invitó a comer a los cuatro días del siniestro, "que iban volando a menos de tres metros del suelo" y que "volaban más bajo que en otras ocasiones", como reiteraron ante el juez.
Pegándose al suelo se busca eludir un ataque con misiles pero, según otra nota del general Sanz, el grado de amenaza en el punto de partida era bajo y en el punto de destino medio; lo que se traduce por "moderada posibilidad de ataque, pero también que no hay amenaza específica".
Ello llevó al jefe de la cúpula militar a dictar una nueva orden: "que nunca el riesgo que se ha de correr cuando se ejecuta una misión sea mayor que el que supone una amenaza de fuego hostil. Es decir, que los soldados en Afganistán no corrieran más peligro, por la altura de vuelo a la que decide el comandante de una aeronave, al ejecutar una misión que por el posible fuego enemigo".
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