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Columna
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Cursos de seducción

El sábado en Madrid se impartió un curso de seducción. Por 280 euros un maestro en técnicas de ligue no sólo ofreció una charla sobre cómo vencer los miedos a la hora de abordar a una chica, sino que, tras la conferencia, algunos instructores acompañaron a los alumnos a la discoteca donde éstos realizaron ejercicios prácticos de conquista bajo la atenta supervisión de los profesores.

Quizá pueda parecer un curso machista, patético e incluso lunático. Pero en realidad este tipo de aleccionamientos, tanto a través de talleres como de manuales, está propagándose entre los hombres, sobre todo treintañeros, que no sólo buscan relaciones sexuales, sino vencer miedos y reafirmar su autoestima. Hace tres años se publicó con gran éxito Sex Code, una guía del valenciano Mario Luna quien aseguraba haber descodificado a la mujer y, por tanto, ser capaz de comprenderla y conquistarla. Desde hace 10 años en Estados Unidos Ross Jeffries (en quien está inspirado el personaje de Tom Cruise en Magnolia) arrasa con su sistema Speed Seduction (Seducción acelerada), que imparte en forma de charlas por todo el mundo. Will Smith en la película Hitch y novelas como El método, de Neil Strauss, donde se narra cómo llegar a ser un maestro del encantamiento femenino, son otras muestras del creciente interés de los hombres por entender la psicología femenina.

Todavía es el hombre quien lleva el peso, el miedo y la vergüenza de la aproximación a ella

Pero ¿es realmente posible aprender a ligar? ¿Existen técnicas? ¿De verdad funcionan? ¿Por qué nadie nos lo había contado antes? A Madrid ya han llegado estas preguntas y se están empezando a contestar. Aumenta la Comunidad Aven (Artista Venusiano), hombres que comparten a través de foros de Internet y de reuniones su sabiduría y experiencias en el campo de la conquista. Hay algo de sectario en estos grupos de boys scouts del ligue, pues a medida que un miembro adquiere conocimientos y éxitos va ganando galones y pasando a formar parte de la élite de galanes, esos que tienen el poder de impartir lecciones. Hace un par de años Mario Luna, el gran gurú español de la seducción, parecía un guaperillo de discoteca paseándose por los platós de televisión vacilando de su magnetismo, pero hoy sus clases y su método están de verdad en la calle.

Hace un par de semanas coincidí en una fiesta con varios treintañeros que estaban practicando las técnicas de seducción explicadas en Sex Code. Me aseguraron que su efectividad era asombrosa, que aplicando unos cuantos conceptos y siguiendo unas pautas en los diálogos habían incrementado significativamente su porcentaje de triunfo. Sin embargo uno de aquellos chicos, un tipo de físico corriente y con un colgante playero, me confesaba que a pesar del alto rendimiento del método no siempre lo utilizaba pues era incómodo actuar con un guión preestablecido. Supongo que los seguidores de cualquiera de los manuales de conquista han de optar entre ser ellos mismos o abordar a la chica de la barra investidos de una personalidad quizá más atractiva y carismática pero, al fin y al cabo, impostada.

Al margen del chusco aroma de fuckers de laboratorio que contienen algunos de estos cursos, lo que revela su éxito y su propagación tanto en la Red como en el escenario real de los bares es la necesidad de ayuda por parte de muchos chicos. Mientras que hoy los adolescentes se desenvuelven con códigos de flirteo más directos, muchos treintañeros tienen problemas para ligar. Problemas que, desde luego, no se les pueden achacar únicamente a ellos.

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Existe una asincronía entre muchos chicos y chicas de esta edad, aún presos de tabúes sexuales, de inhibiciones y prejuicios, de una educación que hoy se demuestra excesivamente constrictiva. Se han roto muchas reglas, se han volatilizado gran parte de los roles sexuales pero, al menos entre los treintañeros, todavía es él quien tiene que aproximarse a ella en un garito. El hombre sigue llevando el peso, el miedo, el riesgo y la vergüenza del acercamiento, la responsabilidad de la seducción. Quien no tiene valor, seguridad en sí mismo o ausencia del sentido del ridículo, está condenado a seguir bebiendo solo toda la noche. La chica no se va a acercar. No se espera eso de ella, ella no se lo exige a sí misma. Sólo quien se pone a prueba se siente un triunfador o un fracasado. Por eso ella sólo necesita estar mona y esperar y él empollarse un libro de 672 páginas.

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