Un sistema en construcción
La moda está herida y Phoebe Philo o Stuart Vevers ofrecen su versión más pulida
Este fin de semana, en París, la moda ha mostrado un sistema en andamios, que trata de edificar un nuevo modelo. Para algunos, la respuesta pasa por exponer los elementos constructivos. El dúo Viktor & Rolf fue el que llevó más allá este discurso con un desfile-performance. La modelo Kirsten McMenamy apareció con 10 capas de voluminosas prendas sobre sus hombros. Los diseñadores se las fueron quitando una a una. Era un juego de matrioskas complejo: cada pieza que retiraban se convertía en una nueva sobre el cuerpo de otra modelo. Una gigantesca capa se asía con cremalleras hasta convertirse en un ajustado abrigo. Cuando hubieron desnudado a McMenamy, el juego se invirtió. Las modelos llegaban con un vestido o una chaqueta que se desplegaba de ingeniosas formas para ir sumando capas sobre McMenamy. Un truco de prestidigitador excelentemente ejecutado.
El dúo Viktor & Rolf ofreció un complejo juego de 'matrioskas'
Diez años atrás, los holandeses ya exploraron esta idea. Si entonces idearon nueve atuendos adaptables, esta vez subieron la apuesta hasta 23. "Queríamos mostrar una fábrica de glamour", afirmaban. "Nos sentimos como modernos Willy Wonkas del mundo de la moda". Pretendían ofrecer también una propuesta pragmática y es cierto que las chaquetas y abrigos que se componían eran perfectamente realistas, pero también que esta colección no se recordará, precisamente, por la ropa. Algo que sí ocurrirá en el caso de Haider Ackermann, que también exhibía el engranaje interno de la ropa. Sus elaboradas chaquetas tienen tentáculos que se enredan sobre el cuerpo, pero también cremalleras para que el usuario las module a su gusto.
La moda está herida, pero no todos optan por abrirla en canal y operar a corazón abierto. Algunos prefieren vendarla y ofrecer su versión más pulida. En esa línea de pensamiento se encuentran dos sensibilidades tan dispares como las exhibidas por Phoebe Philo (en Céline) y Stuart Vevers (en Loewe). El diseñador británico se inspiró en Ava Gardner en la enésima revisión de la elegancia cinematográfica de los años cincuenta. Más contemporánea y certera, Philo abogó por un minimalismo ultramoderno. Su segunda colección para Céline parecía dibujada con escuadra y cartabón, pero no se perdió en la frialdad de lo geométrico. A pesar de que había algo de uniforme maoísta en su quirúrgico planteamiento, la calidez de la lana y la sensualidad con la que estaba cortada la seda y el cuero lo hacían instantáneamente deseable.
Una tercera vía, tal vez la más irrelevante, es la emprendida por John Galliano y Jean Paul Gaultier. Ambos aparcan el conflicto, hacen las maletas y se embarcan en fantasiosos viajes por el globo. El resultado es un mestizaje folclórico que ya hemos visto antes y que no se enfrenta a la acuciante cuestión de cómo responder a las necesidades de una nueva era.
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