La ruta 222, espejo del río
Cruceros, una 'estrada' muy especial y pequeñas ciudades donde parar
01 El miriñaque de doña Antónia
Dos hombres políticos tuvieron mucho que ver con el éxito del vino del Duero: el marqués de Pombal, que en 1756 demarcó su área de producción y estableció controles de calidad, y, medio siglo después, Napoleón, ya que por culpa de sus guerras los vinos franceses se eclipsaron, y en cambio los portugueses ganaron mercados, sobre todo el inglés. Fue un siglo de oro para el oporto, con dos figuras gigantes: Joseph James Forrester y Antónia Adelaide Ferreira. Forrester retomó la labor de Pombal combatiendo fraudes y malas prácticas; era pintor aficionado y cartógrafo, y dibujó el mapa do Douro Portugués, que le valió el título de barón. El 12 de mayo de 1861 regresaba de una quinta en un rabelo (barco para transporte del vino) con su amiga doña Antónia. Al llegar a la cascada de Valeira (ahora hay una presa), el rabelo naufragó. Forrester se hundió bajo las aguas, arrastrado, según las malas lenguas, por el peso de las onzas de oro que escondía en su cinto. Doña Antónia tuvo mejor suerte: el pomposo miriñaque que vestía cogió aire, le sirvió de flotador y pudo alcanzar la orilla.
Doña Antónia, que tenía entonces 50 años y viviría 35 más, llegó a convertirse en la mayor propietaria de viñedos en el valle del Duero. La Ferreirinha, como la llamaban, fue una verdadera adelantada a su tiempo, ejerciendo como brillante businesswoman. Cuando las plagas del oídio, la filoxera y el mildiu devastaron la región (en 1851, 1868 y 1893, respectivamente), ella compró terrenos a muchos pequeños viticultores y construyó un buen número de quintas magníficas. Entre ellas, la última que creó, la Quinta do Vale Meão, a la altura de Pocinho; ésta pertenece actualmente a un bisnieto de doña Antónia, Francisco Olazábal, quien tiene raíces vascas por parte de padre y produce vinos de altísima calidad.
02 Kilómetros de balcón
La estrada nacional 222 (EN 222) es una de las más bellas de Portugal. Son apenas 20 kilómetros, que discurren por la margen izquierda del Duero entre Régua y Pinhão, una especie de paseo marítimo del río, por así decir, gracias a los barcos que (con cierta parsimonia) ponen una nota marina en el horizonte. La calzada discurre paralela al cauce y casi a ras de agua, lo que permite abarcar de un golpe la majestad del río, las cuestas de pizarra embridadas con heroicos bancales, las quintas y aldeas esparcidas entre las viñas, ansiosas de sol... Es un paisaje que recuerda un algo al valle del Rin, eso sí, con castillos de secano y sin fantasmas wagnerianos. La carretera 222 abandona el curso del río a la altura de Valença do Douro, con una espléndida postal, la de las casas de Pinhão, en la orilla opuesta, reflejándose en un amplio y manso meandro.
03 A un paso de la orilla
A la belleza del paisaje (declarado patrimonio mundial) suma el valle de Alto Douro un buen puñado de aldeas y pequeñas ciudades que merecen un corto desvío. Como Vila Nova de Foz Côa, donde pueden verse grabados prehistóricos en las lajas de pizarra, igualmente declarados patrimonio mundial. Casi todos los pueblos ribereños tienen algo, una iglesita románica, un muñón de castillo, una mansión barroca en la estela del gran arquitecto Nasoni, quien por cierto firmó varias quintas históricas, como el Solar da Rede (ahora pousada, cerca de Régua; www.pousadas.pt). En Pinhão, los azulejos de la estación de tren recuerdan, en pequeño, a los de la estación de Oporto. A un par de leguas de Régua, Lamego es una ciudad romana con catedral, castillo y un santuario de los Remedios que parece calcado del célebre Bom Jesús de Braga, incluida escalinata monumental. En la orilla opuesta, Vila Real cuenta con el palacio barroco más conocido de Portugal (gracias a las etiquetas del Mateus Rosé), obra del genial Nasoni; y Amarante es una estampa verde, netamente portuguesa, incomparable con otras. Entre ambas ciudades se enroca, paralela al Duero, la Serra do Marão, de la que dejó escrito Saramago: "Atravesar la sierra de Marão, desde Vila Real a Amarante, debería ser otra imposición cívica, como pagar los impuestos o inscribir a los hijos en el registro".
04 Cruceros por el Duero
Los saltos (cascadas o desniveles) que hacían peligrar la navegación (y ocasionaban desgracias, como la del barón Forrester y doña Antónia) fueron eliminados con dinamita y sustituidos por esclusas que permiten navegar prácticamente todo el curso portugués del Duero. Hay varias empresas y tipos de crucero, con base en Peso de Régua y Oporto. Algunos, los más simples, se limitan a un paseo de ida y vuelta, con almuerzo o cena a bordo. Los hay de uno, dos o tres días, remontando la corriente y haciendo el regreso en tren, o viceversa.
El más completo es el Invicta Cruise, que dura ocho días (siete noches); parte de Vila Nova de Gaia e incluye (además de las comidas) visitas opcionales a Oporto, Régua, Vila Real, Lamego e incluso la española Salamanca. El precio por persona varía entre 825 y 1.085 euros (según las fechas) más suplementos por situación de la cabina o excursiones.
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