Mucho antes de Las Ventas
Madrid ha estado ligada a los toros desde los Austrias - Posee la plaza más importante, pero también contestación antitaurina
La tauromaquia en Madrid se remonta a tiempos medievales. Al establecerse la Corte de los Austrias en la segunda mitad del siglo XVI, los toros pasaron a convertirse en espectáculo capitalino por excelencia. Una centuria después, con motivo de la preñez de la conde-duquesa de Olivares, se organizó en una plaza céntrica un festejo áulico consistente en la lucha entre sí de los animales más fieros. Leones, tigres, incluso elefantes y, naturalmente, toros bravos concurrieron al feroz combate. Resultó vencedor, sorprendentemente, un toro del Jarama, criado en las riberas del río.
Al concluir los feroces combates, el pavor entre la población ante aquel colosal astado fue tanto que sonó en el coso el fogonazo de un arcabuz: el bravo animal cayó al suelo desplomado; murió al instante. Según las crónicas de la época, la letal pelota metálica surgió de la escopeta del mismísimo rey Felipe IV, que disparó contra la resoplante res. Un clamor indescriptible se alzó desde el gentío que presenciaba conmovido aquella hecatombe.
Los astados de Jarama gozaron de fama por su ferocidad y bravura
José Finat, alcalde bajo el franquismo, fue ganadero de reses bravas
Más parajes madrileños han visto crecer ganaderías bravas: las dehesas de Colmenar Viejo y El Escorial, entre otras. José Finat, conde de Mayalde y alcalde de Madrid, poseyó ganadería de reses bravas bajo la sierra. Tanto la ciudad como la región han sido cantera de numerosos matadores de toros, desde Pepe Hillo, criado y enterrado en la calle del Arenal, a Marcial Lalanda, nacido en Vaciamadrid, o Alfredo Corrochano, además de muchos otros. El matador José Tomás es oriundo de Galapagar.
En Madrid han toreado espadas como Lagartijo, Bocanegra, Frascuelo, Manolete -asiduo de la corrida de la Beneficencia, rito anual que data del siglo XVIII- o Domingo Ortega, sin olvidar a Diego Puerta, El Viti, los Girón, El Cordobés y los hermanos Manuel, José, Ángel Luis, Juan y Antonio Mejías Jiménez, hijos de un banderillero, que formarían la saga conocida como Bienvenida. Tras una deslumbrante carrera y ya retirado, Antonio, el más celebre de ellos, murió en una tienta de novillos en una finca de El Escorial en 1975. Una placa recuerda su vida y su muerte en el arranque de la calle de Príncipe de Vergara, donde viviera.
Numerosas plazas de toros han atraído a la afición madrileña desde el siglo XVIII: el coso más importante ha sido la actual plaza Monumental o de Las Ventas, construida en 1929 según el proyecto del arquitecto José Espelius, culminado por su colega Muñoz Monasterio, con un aforo para 24.000 personas; es el segundo más grande del mundo. La feria anual de San Isidro es la cita más relevante del universo de los toros. Un Museo Taurino se aloja dentro de esta plaza desde 1951. En Carabanchel la vieja plaza de Vista Alegre, de 1906, ha dejado paso a un espacio multiusos cubierto (con muy pocos festejos). Con anterioridad, existieron ruedos en Tetúan, Puente de Vallecas, Fuente del Berro -sobre el solar que hoy ocupa el Palacio de los Deportes- y otro precedente junto a la Puerta de Alcalá.
Madrid ha sido también capital de la contestación antitaurina, iniciada por ilustrados de las primeras sociedades filantrópicas y de amigos de los animales, tradición continuada en la II República y en los albores del ecologismo, en torno a 1970, que prosigue hasta nuestros días. Su lema es Tortura no es cultura.
La edad media de los aficionados se eleva mientras arrecia entre la afición el malestar sobre la gestión de algunos cosos.
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