Gestionar la incertidumbre
Para aspirar a ser rector o rectora de una Universidad en el actual contexto hay que ser muy consciente o muy inconsciente. Al Rectorado de la Universitat de València han aspirado cuatro personas conscientes de los formidables retos que aguardan a la institución. Capaces y competentes. Cada cual con su particular acento, pero con una clara vocación de servicio público y de compromiso. Un meritorio esfuerzo que la comunidad universitaria tenemos que agradecer porque atreverse a gestionar la incertidumbre (legislativa y presupuestaria) nunca es cómodo ni sencillo.
En la segunda vuelta concurren dos colegas que ya tienen experiencia en la gestión. Ambos han formado parte de equipos de gobierno anteriores. Ambos concilian por tanto continuidad y cambio. A ambos les mueve una legítima aspiración de ser útiles a su institución, supongo que con la intención no solamente de gestionar sino de liderar el gobierno de la misma. Uno y otra representan la moderación y la pluralidad y ninguno merece descalificaciones. Ésta es la única cuestión que me ha parecido tan injusta como inapropiada durante los pasados días de campaña. El candidato Esteban Morcillo, al que conozco bien desde 1982, no es persona vinculada a posiciones conservadoras sino que representa la excelencia investigadora y la decencia académica desde posiciones que nada tienen que ver con el discurso conservador. Igual que la candidata M. Antonia García, a la que conozco muy poco pero que no por ello prejuzgo. Cualquiera que resulte más votado tendrá que ser rector o rectora de todos al día siguiente. Y tendrá que gestionar en un contexto incierto y a vez liderar cambios insoslayables desde una institución que será más eficaz cuanto mayor sea su cohesión interna. Dejando atrás los desencuentros propios de toda competición electoral. Concentrando toda su capacidad en seguir formando buenos profesionales y mejores ciudadanos.
La Universitat no puede permitirse compromisos que distraigan recursos de su función esencial: enseñar e investigar
¿Qué se van a encontrar los miembros del equipo que obtenga mayoría en la segunda vuelta? Una prosaica e incierta realidad donde apenas si existe margen de maniobra para acometer los cambios que se precisa (más del 75% de los 370 millones de euros del presupuesto de 2010 se destinará a gastos de personal y de funcionamiento). Una universidad sometida a continuas reformas legislativas. Una universidad que ha de afrontar una difícil negociación de un nuevo modelo de financiación con las autoridades regionales en un contexto de crisis que ya parte de una reducción presupuestaria de 11,5 millones de euros respecto al año 2009 pese a que los gastos de personal y de funcionamiento se incrementarán. Un profesorado perplejo e irritado por tanto cambio superficial y abrumado por toneladas de burocracia inútil. Con la percepción de asistir al penúltimo cambio de planes de estudio. Atónito por la distancia sideral existente entre la retórica de la innovación docente y la realidad de grupos de noventa estudiantes en primer curso de algunos centros grandes o con seminarios clínicos con más de treinta estudiantes. Un profesorado, a veces improvisado, al que se le pide lo imposible: calidad docente sin recursos decentes. Que enseñe con métodos de las mejores universidades anglosajonas pero con medios de una universidad latina masificada y que, no obstante, lo intenta con un sobreesfuerzo cotidiano que pocos conocen y casi nadie valora. Porque la docencia no se valora como debiera y ahí radica una de nuestras principales debilidades. Encontrarán también una universidad en la que la cultura de los deberes y las responsabilidades no siempre guarda proporción con el capítulo de derechos. Una institución en la que durante la última década se ha producido un profundo cambio social y cultural. Tanto en el perfil de sus profesores y personal de administración como entre sus estudiantes.
¿Qué se espera de la Universitat de València? Lo mismo que se espera de sus universidades en cualquier país desarrollado. Una contribución cada vez mayor a su entorno socioeconómico porque las universidades ocupan un lugar central en la nueva economía y en la sociedad del conocimiento, donde la formación de capital humano es esencial. Desde 1991 el número de valencianos con título universitario se ha multiplicado casi por tres lo que hace que en la economía regional trabajen casi medio millón de titulados universitarios o que más de la mitad de los directivos que trabajan en la Comunidad Valenciana tengan estudios universitarios. Es decir, la universidad está haciendo bien su trabajo con los escasos recursos disponibles. Pero puede y debe hacer mucho más.
¿Qué necesita ahora la Universitat de València? En primer lugar, un rectorado fuerte con capacidad de liderazgo para impulsar y consensuar cambios y con buen nivel de interlocución con el entorno socioeconómico al que se debe y con los responsables de las administraciones públicas de las que depende en más de un 80% en sus recursos. Un rectorado que no puede permitirse errores ni experimentaciones. Tampoco compromisos que distraigan recursos de su función esencial: enseñar e investigar. En segundo lugar, un equipo con voluntad de mantener la notable calidad en la investigación pero con la decidida intención de introducir mejoras significativas en la dignificación de la docencia de calidad. Se ha insistido muy poco en este tema capital durante la campaña. Sin embargo, la mejora de la calidad de la docencia es fundamental y requiere cambios en profundidad. Aprendiendo de aquellas buenas universidades que lo hacen mejor que nosotros. Poniendo la buena formación de los estudiantes en el centro de atención de todas las medidas. Impulsando cuantas iniciativas sean necesarias para que la docencia de calidad en los Grados recupere el prestigio y la excelencia que nunca debió haber perdido en la universidad española. No todas las medidas precisan de más presupuesto. Muchas requieren únicamente otra forma de organización. En tercer lugar, concretar con la Universidad Politécnica el tercer Campus de Excelencia más potente de España. En cuarto lugar, recuperar la conexión con la enseñanza secundaria y desandar en lo posible el camino equivocado en la concreción de un Máster de Secundaria mal concebido. En quinto lugar, ampliar e imaginar nuevas formas flexibles que faciliten el aprendizaje permanente tanto de personas activas como de ciudadanos y ciudadanas que quieren saber más. Y en sexto, pero no en último lugar, un equipo rectoral que sea capaz de decir no en determinadas ocasiones o a determinadas demandas.
Todo un desafío para un nuevo equipo experimentado, fuerte y cohesionado que deberá contar con el concurso de todos nosotros. No sería mala idea recuperar alguna experiencia anterior en la que el candidato ganador acabó incorporando a su equipo al candidato que acabó en segundo lugar.
Joan Romero es catedrático en la Universitat de València y fue consejero de Educación y Ciencia
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