De la tragedia al éxtasis
Canadá remonta los problemas y triunfa en sus Juegos con la traca final del hockey
La apuesta de Canadá era arriesgada en tiempos de crisis y se complicó con el mal tiempo y los fallos organizativos. Hasta se traspasó el límite con la muerte del georgiano Nodar Kumaritashvili en luge. Pero, al final, salvó sobradamente sus Juegos al ganar en las pistas. Es lo que se recordará. España organizó un magnífico Mundial de fútbol en 1982 y lo que quedó fue el fracaso deportivo. Los Juegos de Barcelona 1992 unieron todo. A Canadá no le han faltado los oros. El último, especial, emocionante hasta el éxtasis, en su deporte nacional, el hockey sobre hielo. Ganó (3-2) a Estados Unidos en la muerte súbita de la prórroga y batió todos los récords: nunca un país había ganado 14 títulos.
A Canadá le ha dado resultado el plan de cinco años de preparación llamado Los podios para nosotros. Rentabilidad plena a los cerca de 100 millones de euros invertidos. Patinajes y nuevas modalidades fueron su gran baza, aunque sumó menos medallas totales que los otros dos grandes (26 por 30 de Alemania, siempre constante, con 10 de oro, y 37 de Estados Unidos, con nueve).
Estados Unidos, como si jugara en casa, alternó la mayor cosecha de podios entre la modernidad y los deportes clásicos, aunque su estrella, Lindsey Vonn, decepcionó con un único oro, lo mismo que Bode Miller. Noruega, cuarta en discordia, líder histórico, sacó del esquí de fondo los reyes de los Juegos. La reina, sobre todo, Marit Bjoergen, con sus cinco medallas (tres oros), y Peter Northug, heredero del legendario Bjorn Daehlie (12 medallas, ocho de oro, récord invernal). Ganó ayer el maratón de 50 kilómetros y sumó su cuarta medalla, segunda de oro.
Fracaso de España
Rusia, marcada por el dopaje, fue la gran decepción. Como España, sin dopaje, pero sin nivel. "Me ha servido de experiencia", dijo Laura Orgue tras ser 37ª en los 30 kilómetros Fue la abanderada española en la clausura porque en los 15 acabó 27ª, el mejor puesto femenino de la historia. La eterna cantinela. Aprender, nunca aprobar. Ayer, Vicenç Vilarrubla, 40º, y Diego Ruiz, 44º. Puestos discretos y hasta últimos, como la biatleta Victoria Padial. Un bochorno. Juan Francisco de la Bodega y Cuadra, un marino español nacido en el virreinato de Perú que llegó a las futuras tierras olímpicas a finales del siglo XVIII, incluso antes que el británico George Vancouver, tampoco escribió una historia deslumbrante pese a su gesta. España negoció mal y apenas quedó rastro de su paso. Más de 200 años después, lo mismo.
Un grupo de matemáticos de la Universidad Rey Juan Carlos hizo un pronóstico sobre el medallero. Acertó con los grandes y en que España se iría de vacío. Los milagros son raros. Hasta Queralt Castellet tuvo mala suerte al sufrir una conmoción cuando podía luchar por el único podio realista en el half-pipe del snowboard. Sólo Javier Fernández, magnífico 14º en el patinaje artístico, demostró que la creación de una federación de hielo ha dado resultados.
Hasta María José Rienda, inválida por sus lesiones, hizo de principiante excursionista en su despedida. El secretario de Estado, Jaime Lissavetzky, calificó diplomáticamente de "gris", la actuación española e hizo hincapié en la diferencia con los "grandes avances" en otros deportes. "Vamos a revisar los planes de trabajo", dijo. No es la primera vez. Al fondo quedan las aspiraciones de Zaragoza y Barcelona por ser sedes. Con este nivel, una quimera.
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