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Columna
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La disculpa

Juan Cruz

Esa imagen no es buena porque no se oye lo que sabe Cotino. Cotino es el vicepresidente valenciano, un hombre religioso, y ahí se le ve, acudiendo contrito (¿contrito?, qué sabe uno) a pedirle disculpas a su oponente de izquierdas, Mònica Oltra. La imagen sólo refleja lo que Cotino hace, pero no dice lo que Cotino sabe, o lo que calló hablando. Cotino le dijo a Oltra, en sede parlamentaria, que probablemente ella desconocía el nombre de su padre. El insulto tuvo su gradación, como si el dignatario valenciano quisiera hacer del Parlamento una forma de suspense. Le fue diciendo, la fue poniendo roja (aunque ya lo era), hasta que al final le dijo a Mònica lo del padre.

Claro, uno ve luego la imagen del vicepresidente acercándose al escaño de su insultada (los políticos tienen sus insultados, como los periodistas, como los aficionados al fútbol o como esos energúmenos de Salt) y ya piensa que reina la calma después de la tarascada.

Lo que sucede es que en el subtexto (como diría Javier Cercas) de la disculpa de Cotino está lo que Mònica Oltra sabe que quizá sabe Cotino. Ella lo contó luego en la cadena SER, a Àngels Barceló. Su madre fue emigrante en Alemania, pero su padre no pudo darle nombre durante un tiempo, porque entonces, en el tiempo de la dictadura, no estaba permitido el divorcio. Así que la chica fue en ese periodo ignominioso hija de PP, es decir, de Padre Putativo. ¿Lo sabía Cotino? ¿De esa información viene lo del padre?

El insulto fue tan grueso que ahora son aceptables todas las especulaciones, incluidas aquellas que ponen en tela de juicio la moral de quien lanza una insidia para enrojecer de vergüenza ajena a aquel que es tan sólo un adversario, pero muy incómodo. A mí el incidente y la disculpa me produjeron una violencia infinita, como si Cotino no estuviera insultando sólo a Mònica Oltra sino a una época difícil de España, es decir, a unos individuos que entonces no tuvieron los derechos que ahora tenemos para pedirle cuentas a un servidor público sobre su falta de respeto al adversario e incluso al despreciado.

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