La entelequia

Son conocidas y muy lloradas las dificultades que encuentran los habitantes de la ciudad de Valencia cuando por gusto propio o por las obligaciones que impone la convivencia y el adecuado trato a los visitantes, deben asumir de forma inevitable comer una paella. Al instante de tomada la decisión surgen nuevas dudas: ¿local rústico o moderno, cercano a la playa o en el centro de la ciudad?, y mil preguntas más. Pero falta la más importante: Decidir el local en que satisfaremos nuestras ansias gastronómicas y ofreceremos a nuestros visitantes la genuina paella valenciana.

La resolución de tanto dilema es ardua cuando no imposible, como todos sabemos. No obstante, hay establecimientos ciudadanos que han adquirido fama por lograr lo que parece una entelequia, entre los cuales está desde hace algunos años Borja Azcutia.

Con una liviana y un tanto rústica decoración, el restaurante sigue las más consabidas normas de su gremio, que pasan por ofrecer simples entradas: jamón, esgarrat, chopitos y ensaladas, que acompañarán al plato principal, el cual es indefectiblemente alguno que contenga arroz, y en especial la tan ansiada paella. Que justo es decirlo, sale a la mesa con magnífico y ortodoxo aspecto y muy digna confección, así sea necesario poner algún reparo a los excesos de aceite -que siempre la hacen más sabrosa- y otras pequeñas minucias.

No obstante, una vez logrado el asunto principal es necesario detenerse en los detalles, que pueden y deben ser mejorados: así, no parece de recibo que en el local solo expendan una marca de cerveza, ni que el vino recomendado se encuentre ya sobre la mesa en el momento de tomar posesión de ella, ni mucho menos que cada pequeño y mal panecillo valga un Potosí, al igual que sucede con el agua o los refrescos.