_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Con bandazos y ruido no hay salida

Los bandazos que se generan en la opinión pública española y catalana no dejan de sorprenderme. Lo puedo comprender cuando se trata de clubes de fútbol, de sus directivos y de la prensa deportiva, en la que un día un equipo es el mejor del mundo y a la semana siguiente tiene una crisis de final de etapa. Es irracional, pero explicable, ya que el deporte competitivo es emocional y un cierto morbo añadido ayuda a la popularidad tanto de los equipos como de los medios.

Pero es muy peligroso desplazar esta costumbre a cosas importantes, como la economía. Y más todavía en una situación de crisis, en la que el peor ingrediente para su superación es la confusión y la desorientación. Creo que hay frivolidad en algunos responsables públicos y privados, y en algunos medios, también extranjeros, al analizar la crisis española y la actuación del Gobierno. Se exageran vicios y virtudes. Estas últimas semanas ha tocado lo primero y ahora parece que no había para tanto y nos relajamos. ¿En qué quedamos?

La oposición no puede mirar a otro lado, olvidando su parte de culpa y limitándose a esperar el desgaste del Gobierno

Frente a la crisis, la actuación del Gobierno español no ha sido rápida ni decidida. Pero, seamos serios, el Gobierno no es el culpable de la crisis porque no es él el que puso en marcha ni hinchó la burbuja inmobiliaria, aunque se le puede responsabilizar de no haberse atrevido a contenerla y a deshincharla de forma controlada y suave. Heredó una dinámica infernal y no la detuvo, hasta que explotó por causas externas. Muchos de lo que ahora critican, desde el mundo político y empresarial, tienen una responsabilidad directa en ella. A pesar de la necesidad de resolver el problema, el Gobierno ha pasado meses sin coger el toro por los cuernos, confiando en que algunas cosas irían mejorando y evitando tomar medidas que pudieran crear conflictos.

El problema de la deuda ha sido el detonante de un cambio. Las primeras actuaciones de este 2010 hacen pensar que por fin está dispuesto a enfrentarse a la crisis con la decisión que ésta exige. Creo que se ha entendido que la imagen del país depende más de la credibilidad de su política que del nivel de su deuda. Una deuda pública del 60% (por cierto, inferior a la de Francia, Alemania o el Reino Unido, y la mitad de la de Italia o Grecia), pero sin una política clara de reformas y de reconversión, es mucho peor escenario que una deuda del 80% con un camino claro y firme de salida de la crisis, porque la perspectiva a tres años es mucho mejor en el segundo caso. El problema de la deuda no es la cifra, es la tendencia.

La política de reformas es urgente y posible, aunque dura. El cambio de política que ya parece haber llegado puede chocar con dos grandes obstáculos: la confusión y el ruido interno. La confusión la puede provocar el propio Gobierno si no corta por lo sano la imagen de improvisación y de bandazos que ha estado dando en algunos momentos. El ruido, nefasto ya que la imagen exterior se alimenta de este ruido, es la consecuencia de actitudes de otros actores que, habiendo sido claramente corresponsables de la generación y alimentación de la crisis, pueden poner ahora sus intereses políticos o económicos por delante de la imprescindible unidad social para luchar contra ella.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

El Gobierno debe aceptar sus fallos y mantener sin miedo esta nueva actitud. La oposición no puede mirar a otro lado, olvidando las reformas que ellos imprudentemente propiciaron y limitándose a esperar el desgaste del Gobierno. Las entidades financieras no pueden dejar de reconocer que el incremento de la deuda pública es un problema debido, en parte, al enorme volumen de la deuda privada acumulada anteriormente. Y tanto las patronales como los sindicatos deben admitir hasta qué punto los años de crecimiento desordenado permitieron unos grandes beneficios y unos importantes aumentos de ocupación y de mejoras sociales, y que tanto una cosa como la otra no es sostenible.

Si con ello no se consigue una actitud de revisión general y a partir de ella no se alcanza un conjunto de pactos que marquen el camino que seguir y establezcan el reparto de costes, la salida de la crisis será más larga, más difícil y, en caso extremo, hasta comprometida. Merecería una repulsa y una descalificación general.

Y, por favor, dejemos de hablar de Grecia, que, por desgracia para ellos, está jugando en otra Liga, aunque haya quien se recree en hacer comparaciones.

Joan Majó es ingeniero y ex ministro.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_