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Columna
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Mal gusto

Las personas de dudosos criterios estéticos suelen escudarse en el tópico de que sobre gustos no hay nada escrito. Nada más lejos de la realidad, hay una abundante bibliografía. Libros sobre el tema, como las meigas, haberlos haylos, lo que ocurre es que no los han leído. En esto pasa algo parecido a lo que decía Antonio Machado sobre Castilla: que desprecia cuanto ignora. Viene esto a cuento del anuncio realizado por el concejal de obras en la vía pública del Ayuntamiento de Valencia, Francisco Lledó, a propósito de los cambios que se avecinan en el mobiliario urbano. Dice el concejal que serán "más modernos y en color metálico". Y es que el equipo de Rita Barberá ha decido sustituir los omnipresentes chirimbolos de estilo decimonónico, realizados en plástico fino a imitación de los de hierro forjado. Los que ahora van a instalar serán de color gris, más discretos, más funcionales, más sencillos y tomarán como referencia unas columnas diseñadas por Norman Foster de las que hay algún ejemplar diseminado por la ciudad, como por ejemplo en la plaza de España y en la avenida de Aragón.

Rita Barberá, que ha sido una abanderada del arte pompier, ha decidido ahora cambiar de molde. Le ha costado quince años, pero parece que, por fin, va a dejar la coentor para pasarse al diseño. Quince años, en los que urbanistas, arquitectos y diseñadores han estado clamando contra esos monumentos a la cursilería que han servido de pretexto para inundar nuestras calles de publicidad, entorpeciendo el paso y la vista de los viandantes. La alcaldesa, subida en la cresta de la onda Calatrava, se ha hecho modelna y quiere transmitir al mundo una imagen de la ciudad de supuesto vanguardismo.

El maquillaje callejero coincide con la renovación de la concesión del mobiliario urbano y sus correspondientes soportes publicitarios a la multinacional francesa JC Decaux. Por lo tanto, en principio, se supone que no costará nada a las arcas municipales. Pero la pregunta ahora es ¿qué va a pasar con el alumbrado público? ¿cambiará también la alcaldesa las decimonónicas cursis y costosísimas farolas por otras de diseño moderno? No parece que vaya a ser a corto plazo.

De momento, bien está que se acabe con los pretenciosos chirimbolos. Lo malo es que el cambio de mobiliario urbano va a efectuarse con el mismo criterio con el que se impuso el anterior, es decir el gusto personal de la autoridad. Un cambio de look que se decide con el mismo criterio con el que se va a la peluquería. Se ojea una revista y se dice, "mira, yo creo que así quedará muy mono". Es decir, que no se ha aprendido la lección. En la entrega de los premios Jaume I, Manuel Marín apelaba a "escuchar a los sabios" a propósito de la crisis económica. También en los temas de diseño, los políticos en general y en particular los de derechas, son sordos como una tapia y se toman el asunto como cosa de su particular gusto, por lo que hacen mangas y capirotes con las propuestas de arquitectos y diseñadores. Parafraseando a Eugenio d'Ors, cabría añadir que el mal gusto es horriblemente reaccionario.

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