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Columna
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Grecia

Nos acabamos de enterar de que Grecia, si sigue las orientaciones de sus socios de la Unión Europea, continuará en la zona del euro y saldrá, no sin sacrificios, de una situación económica abocada a la bancarrota. En Grecia, y es harto conocido, los gobiernos estuvieron las últimas décadas en manos de la derecha y de la izquierda socialista o socialdemócrata alternativamente. Fueron gobiernos que ni combatieron ni se enfrentaron al chanchullo y a la corrupción, y que incluso falsearon cifras y datos económicos cuando se introdujo el euro. La faena no les va a salir gratis a nuestros conciudadanos helenos en la Unión. Según los más prestigiosos comentaristas políticos y económicos de nuestro viejo continente, Grecia verá durante los próximos años su soberanía nacional mermada en uno de los temas más sensibles que atañen a esa misma soberanía: la elaboración por el Gobierno y la aprobación por parte del parlamento democrático de los presupuestos del Estado. Las comisiones europeas, y Berlín y Paris, controlarán la reducción del déficit y la deuda griega, y, por supuesto, les darán a los griegos instrucciones sobre los impuestos y sobre el uso del dinero para construir una carretera que ya tenía proyectada o una nueva escuela. Peligra, o peligraba, el euro y, si caía Grecia, se temía el efecto dominó: primero los helenos, después los iberos de España y Portugal, y poco después los despilfarradores italianos o los católicos irlandeses. Porque en Italia y Portugal, los sueldos aumentaron muy por encima de la media europea los últimos años, y en España, los gobiernos -de derechas o socialdemócratas- no hicieron nada contra la burbuja especulativa que originó el ladrillo, y los errores y disparates pasan factura.

Y es que la economía europea, y Grecia a la cabeza, nos mueve a pensar en el carácter, por fortuna, interdependiente que tenemos todos en el seno de la Unión. Una interdependencia puesta ahora de manifiesto en el plano económico, pero también una interdependencia clara en el ámbito de la cultura o de los derechos humanos. Aunque en estos tiempos de crisis, aquí parece que nos olvidamos de los temas importantes. En vez de ocuparnos del chanchullo o la deuda que navega desde el Egeo al Golfo de Valencia, desperdiciamos nuestro tiempo y nuestras energías en temas, tan relativamente poco importantes, como la caza del tordo o los festejos taurinos en las calles. Asuntos que por lo demás están sujetos a una normativa europea de obligado cumplimiento. No caemos en la cuenta de que también en esos asuntos somos interdependientes en la Unión, y de que algunas tradiciones viscosas, como los palitos del parany han de ser modificadas.

Aquí, y empezando por la economía y el modelo futuro de desarrollo económico, hacen falta una reflexión y un debate serio sobre casi todo.

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