John Murtha, político de EE UU crítico con la guerra de Irak
John Murtha, el representante demócrata por Pensilvania fallecido el lunes, 8 de febrero, a los 77 años, conocía como pocos lo enrevesada que es la política en la capital de Estados Unidos. Murió tras pasar 36 años en el Congreso Federal, con el mote, ganado a pulso, de "rey del gasto público", experto en encontrar los atajos de la ley para colmar a sus constituyentes de Pensilvania de inversiones millonarias, y un año después de ganar sus últimas elecciones.
El congresista se fue con un triunfo bajo el brazo. En las pasadas elecciones a la Presidencia y al Congreso casi se le dio, tras tres décadas, como perdedor en su feudo industrial y demócrata de Pensilvania. Había cometido un gran error: en una entrevista llamó a sus votantes "racistas". Dijo que sería imposible que votaran a alguien como Barack Obama porque su distrito había sido, hasta hacía bien poco, "muy paleto". Con las encuestas en contra, ganó. Y demostró que era, de hecho, casi todopoderoso entre sus constituyentes.
No es de extrañar. En su larga carrera política destinó cientos de millones de dólares a empresas locales. En 2008, la revista Esquire estimó que donaba a sus votantes unos 100 millones (72,5 millones de euros) anuales en subvenciones. El aeropuerto de Johnston, en su Estado, lleva su nombre, y ha recibido ya 200 millones (145 millones de euros) de las arcas federales. Desde 2006 era presidente del subcomité de financiación de proyectos de defensa. Así, Pensilvania vivió toda una primavera de empresas militares. Como Kuchera Corporation, que sufrió una investigación federal en 2009 por malversación de subvenciones y que recibió unos 100 millones de Murtha. Según la organización privada CREW, sus ejecutivos usaron fondos federales para construir un rancho privado. La Marina, de la que Kuchera era subcontratista, paralizó temporalmente sus negocios con esa empresa.
CREW, una organización que vela por las buenas prácticas éticas en el Congreso, solía colocarlo en sus listas de políticos más corruptos. Los escándalos se sucedieron. En 2008, el FBI investigó las oficinas de un amigo del representante, Paul Magliocchetti, un lobbista muy hábil en conseguir subvenciones del subcomité que lideraba Murtha. La oficina de control ético del Congreso inició una investigación a Murtha sobre posible tráfico de influencias, que se cerró en diciembre y lo exculpó.
Subvenciones
Así es: Murtha defendía estar siempre en la más estricta legalidad, y veía la política como un juego de subvenciones y elecciones. Unas facilitaban a las otras. Nunca fue condenado por ese credo. Según recordaban ayer los medios de Washington, en una ocasión enfureció ante un equipo de televisión que le perseguía por los pasillos del Congreso. Se plantó ante ellos con la Constitución y les gritó: "Lo dice aquí. El Congreso de los Estados Unidos distribuye el dinero. ¿Lo entendéis?".
Murtha nació en Virginia Occidental en 1932. Se alistó en los Marines en 1952, y sirvió en Corea. Volvió al combate en Vietnam hasta 1967. Héroe de guerra, su hoja de servicios le ayudó a entrar en política y ser elegido, en 1969, para la Cámara de Representantes de Pensilvania, y en 1974, al Congreso federal, donde estuvo hasta su muerte.
Como halcón, apoyó la invasión de Irak. Como demócrata, le quitó pronto ese apoyo a Bush. En 2005 le exigió que retirara las tropas de combate con toda urgencia. Se convirtió en uno de los favoritos del movimiento anti-guerra, por su encendido discurso: "La ciudadanía de América está muy por delante de nosotros. EE UU y la coalición de tropas han hecho lo que podían, pero es hora de un cambio. Nuestros soldados sufren. El futuro del país está en riesgo. No podemos seguir como hasta ahora". En boca de un marine, duras palabras.
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