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Columna
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El viejo navío

"Madrid, como si de un viejo navío reventado se tratara, hace agua". La metáfora, marítima y catastrófica, apareció en las páginas de Le Echo, reputado diario belga. Barcos de papel disparan torpedos de tinta contra la línea de flotación del Gobierno de Zapatero y este periódico los recoge en sus páginas, que dan cuenta puntual de la deriva económica de esa nave que tiene en esta capital del reino su puente de mando y su mascarón de proa. Menos mal que en la sección de economía, entre carga y carga de profundidad, como un débil rayo de sol en la tormenta, alumbra un titular algo más esperanzador. "Empresarios y parlamentarios británicos coinciden que España no es Grecia" (sic). La "armada económica" española que desembarcó en Londres "para defender la solvencia del país ante inversores, analistas y medios de comunicación" obtuvo su primera victoria en las pérfidas aguas de Albión. El viejo axioma periodístico que dice que las buenas noticias no suelen ser noticia pierde su vigencia en estos tiempos de tribulación. La veta masoquista que subyace en la peculiar e indefinible idiosincrasia nacional empieza a resquebrajarse con tanto embate, por todas partes menos por una, la cúpula del PP que explota el catastrofismo hasta la náusea porque aspira a recoger los restos del tremendo naufragio. Hay que buscar con paciencia y esperanza las buenas noticias, que haberlas haylas, aunque la mayor parte de la gente no crea en ellas. Esta vez la buena nueva aparece camuflada en un resquicio del periódico porque es una buena noticia vergonzante: "España vendió un 64,5% más de armas en la primera mitad de 2009". Hay un sector de la industria patria que permanece inmune a la crisis, que despega entre el naufragio general.

Hay un sector de la industria patria que permanece inmune a la crisis

Llueve sobre la cubierta de la nave madrileña y los marineros de agua dulce se embuten en sus chubasqueros y despliegan torpemente las velas de sus paraguas y colisionan sobre las congestionadas aceras. Otra industria en alza en este año pluvial ha sido la venta de paraguas por las esquinas, pero los diarios no la recogen porque sus cifras se entroncan en la economía sumergida. Los náufragos del bar de la esquina emiten sus valoraciones sobre la información armamentística, predominan el rechazo moral y el amargo sarcasmo, pero hay excepciones: un parado de larga duración consulta con un servicio de información telefónico sobre cómo contactar con las principales fábricas de armamento de este país, y no precisamente para afearles su conducta, sino para solicitar trabajo como embalador de bombas de mano; el postulante trabajó antes en el comercio minorista y ofrece experiencia con el empaquetado. Está dispuesto a aceptar lo que sea, incluso un puesto de probador de minas, aunque este sector haya dejado de ser el más boyante desde que empezaron a firmarse tratados contra el uso de minas antipersonales.

Antes de someterse a trabajos tan indignos, de esos que alguien tiene que hacer porque de todas formas siempre habrá alguien que los haga y un sueldo es un sueldo, hay parroquianos que apuestan por la innovación y la investigación para el desarrollo del empleo, para ellos y para otros. Tras profundas cavilaciones y conversaciones consigo mismo, mi amigo J. B., por ejemplo, que ha estudiado los secretos de la ingente creatividad hispana, está a punto de presentar a las autoridades de la nación la creación del INIPA (Instituto Nacional de Investigación del Palo). Suena extravagante y puede parecer una broma, pero J. B. aporta argumentos tan contundentes al menos como el objeto que propone investigar. Según sus estudios, los dos inventos españoles que marcaron la creatividad española a lo largo del siglo XX, la fregona y el Chupa-chups, llevaban palo, se basaban en el palo y en el palito. Seguir investigando en ese sentido daría sus frutos, más tarde o más temprano, sólo hay que insistir y, hasta que se nos ocurra algo, promocionar como complemento de moda o artefacto de defensa personal el bastón, o la garrota de elaboración artesana y con maderas autóctonas.

Otra idea, muy comentada a pie de barra, es la iniciativa del musculoso terminator y apocalíptico gobernador de California, Arnold Schwarzenegger, de autorizar el cultivo de marihuana y fundir a impuestos a los pequeños cultivadores; con los grandes cabría la posibilidad de llegar a acuerdos similares a los que se mantienen con las compañías tabaqueras. De momento un vecino del barrio ha empezado a distribuir a los colegas los tomates y las zanahorias que cultiva ecológicamente en la terraza de su ático, hortalizas frescas, autóctonas y a muy buen precio.

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