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Columna
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Hipnotismo social

Tenemos tanto derecho como cualquiera a elegir nuestras propias citas bíblicas, a interpretarlas como nos parezca y a pensar que en ellas está la explicación del vendaval social que estamos padeciendo. Por eso recurro a mis textos sagrados, a mis clásicos, para intentar comprender esta calma chicha que existe en la sociedad española, en la europea en general y, muy especialmente, en la valenciana en particular, ante esta oleada de crisis económicas, políticas, sociales e institucionales. Selecciono para mi oración de hoy algunas frases sueltas de Iván Petróvich Pávlov, Premio Nobel de Fisiología en 1904, sobre el hipnotismo en animales. Les ruego que las apliquen directamente sobre el animal social que somos todos, es decir, sobre los sufridos ciudadanos, valencianos incluidos.

El llamado hipnotismo animal, dice Pavlov, consiste en tumbar al animal sobre el dorso de un movimiento brusco que suprime toda resistencia, hacerlo adoptar una actitud contra natura y mantenerlo en ella durante cierto tiempo, no mucho normalmente. A continuación, después de haber retirado nuestras manos del animal, este permanece inmóvil durante minutos y hasta horas enteras. Frente a una fuerza temible, que no permite al animal luchar ni huir, la única probabilidad de continuar sano y salvo es guardar una absoluta inmovilidad para poder pasar desapercibido, porque los objetos en movimiento llaman más la atención y por no provocar con su agitación una reacción agresiva por parte de esa fuerza aplastante. Todos los reflejos citados acaban por desaparecer, el animal duerme, estado pasivo que se acompaña de relajamiento general de la musculatura. Lo que llamamos inhibición no es más que sueño, pero un sueño localizado, parcial. Es evidente que el estupor, el trance que nos sobrecoge cuando estamos aterrorizados, son exactamente la misma cosa que el reflejo descrito.

Hasta aquí Pavlov. Pero ahora tenemos una explicación fisiológica de lo que nos está ocurriendo y eso tranquiliza mucho. Estamos aterrorizados, en una situación contra natura, inmovilizados por una fuerza aplastante durante meses o años, quietos para no llamar la atención y provocar así una reacción agresiva, estamos dormidos, hipnotizados. Pero no hay que ponerse trágicos porque este estado no durará mucho. Pavlov no dice nada de lo que ocurre cuando salimos del trance hipnótico, pero es fácil suponerlo. En primer lugar, pronunciar alguna oración por el alma del experimentador y su familia, aunque solo sea su familia política. Y después elegir al siguiente, pero esta vez explicándole claramente que aquí la única fuerza aplastante somos nosotros y que se acabaron los ensayos clínicos y las becas de investigación. El auténtico político, y estoy convencido de que los hay, está hipnotizado por la sociedad y no a la inversa. Amén.

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