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Columna
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El día de la venganza

Ver y escuchar a Esperanza Aguirre en plan Cruella de Ville, dispuesta a hacerse un abrigo con las pieles de los cachorros de Gallardón, funciona como un poderoso estimulante, una sustancia que debería ser incluida en la lista de drogas prohibidas pero que los seguidores de la crónica municipal y autonómica, espesa y abotargada, devoran con fruición para sacudirse la modorra y no dar cabezadas sobre las páginas del diario. El de Cruella es uno de los papeles que borda la presidenta comunitaria, poseedora de un amplio y castizo repertorio que casi siempre desemboca en el sainete. Esperanza hace del drama comedia de despropósitos y ocurrencias y siempre tiene cerca cámaras y micrófonos. Su última (al día de hoy) actuación la efectuó entre bambalinas, después de interpretar el papel de peregrina por el tramo madrileño del Camino de Santiago a su paso por Becerril de la Sierra. La traición de Esperanza, que alardeó de haber sustituido en Caja Madrid a un consejero de su partido por otro de IU para quitárselo al "hijoputa", no daba para un Shakespeare, ni siquiera para un Echegaray; con ella todo se queda en Arniches.

La presidenta Esperanza Aguirre no es rencorosa, pero el que se la hace se la paga

La pifia de Aguirre saltó a las primeras páginas, que es de lo que se trata. Como es sabido, el "que hablen de mí, aunque sea bien" es uno de los lemas de campaña de la presidenta y su guerra, hasta hoy incruenta, con el bando del alcalde copa los titulares y desplaza de los escenarios a sus rivales. "Los rivales están en el bando contrario, los enemigos en el propio" es otro axioma de la filosofía parda de Esperanza, y los rivales parecen desaparecidos del mapa mediático. De Tomás Gómez se habla poco y al que habla mal de él dentro del partido se le sanciona y se le calla. Así no hay manera de conseguir titulares. Por su parte, los candidatos Gordo y Pérez, de IU, se supone que deben andar empeñados en su campaña particular para darse a conocer a las masas y debatir con ellas el presente y el futuro de la izquierda. Del consejero agraciado mejor ni hablar. Aunque no hay que olvidar lo que les pasó a los troyanos por aplicar al pie de la letra el viejo principio de "a caballo regalado no le mires el diente".

Las actuaciones de Esperanza Aguirre cuentan siempre con un epílogo, una coda que irán repitiendo a su dictado los medios; la presidenta dice, se desdice y se contradice, hasta rematar la faena mientras se prepara para el siguiente rifirrafe. En esta ocasión se trata de identificar al "hijoputa" en cuestión al que le arrebataron su silloncito en el consejo.

Cuando Esperanza Aguirre escupió su exabrupto, el público dedujo que hablaba de Alberto Ruiz-Gallardón, pero en rápida réplica la presidenta se apresuró a cargarle el sambenito a un ex consejero propuesto por su partido. El "hijoputa" es... Fernando Serrano, ex representante del gallardonismo en el disputado consejo. Como dijo la presidenta en otro momento de la conversación grabada a sus espaldas: "A-co-jo-nan-te". Acojonante sobre todo para el señor Serrano, desbancado e injuriado con rotundidad y alevosía, y a todo esto sin decir esta boca es mía.

A Manuel Cobo, otro candidato a "hijoputa", suspendido de militancia por un año en el PP por sus militantes declaraciones a este periódico, le empapelaron por decir que era "de vómito" lo que Esperanza Aguirre estaba haciendo con Caja Madrid. Entre vomitivo e "hijoputa" crecen los matices de la ofensa y el vicealcalde Cobo parece cargado de razones para exigir que también suspendan de militancia a la dicharachera presidenta, aunque hay quien afirma que Mariano Rajoy está bastante "a-co-jo-nado" con los desafueros de la lideresa. Mariano ya sabía la que había preparado Esperanza Aguirre en Caja Madrid y el propio Gallardón estaba al tanto de la nueva putada de su enemiga favorita y se resignó a oficiar de nuevo el papel de víctima. El ex consejero Serrano parece más chivo expiatorio que "hijoputa", pero Esperanza ni olvida, ni perdona, que en su día se pusiera de parte del ex presidente de la caja, Miguel Blesa. Ella no es rencorosa, pero el que se la hace se la paga.

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Con una presidenta y un vicealcalde suspendidos de militancia por su partido, la política madrileña que estaba al borde del precipicio daría un gran paso adelante, la guerra ha entrado en la fase del cuerpo a cuerpo y del todo vale. Después del espionaje de los gamones, Cobo llegó a decir que temía por su vida y por la de los suyos. Pero esto no es un episodio de Los Soprano, aunque ha trascendido de sainete doméstico a esperpento nacional.

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