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Crónica:Abierto de Australia
Crónica
Texto informativo con interpretación

El manual del maestro

Agresividad, juego largo, dominio táctico, servicio y un tenis mucho más consistente en el Grand Slam, claves de la cuarta victoria de Roger Federer en Melbourne, la 16ª en un torneo 'grande'

"Puedo llorar como Roger. Es una pena que no pueda jugar como él". Cuando los coros de escoceses barbudos y faldicortos han enmudecido, cuando ya se ha callado el barullo de la presentación de los finalistas ("¡no he terminado!", exclama el presentador, interrumpido por la sorpresa de la grada al escuchar la larga lista de títulos), sólo quedan dos detalles de la final del Abierto de Australia: Andy Murray, llorando, derrotado por 3-6, 4-6 y 6-7, y Roger Federer, el campeón, coronado por 16ª vez en un torneo grande, por cuarta en Melbourne, escuchando cómo el británico le recuerda ante 20.000 espectadores que hace un año fue precisamente él quien andaba con la lágrima suelta y vencido, por Rafael Nadal, en el mismo escenario.

El suizo, sin apenas errores, inutilizó todas las cualidades de Murray en la final

No pasó eso ayer. No ocurrió eso cuando el cielo dejó de convocar tormentas con aliento de horno encendido, 37 grados y lluvia, la mezcla única de la ciudad australiana. No sucedió eso cuando se abrió el techo de la pista central, se pudo jugar al aire libre y Federer, letra a letra y línea a línea, dictó su manual de maestro, una lección que sólo imparte ya en las citas del Grand Slam.

Arranca el partido, dejan de agitarse las banderas con dragones y cunde el desconcierto: break de entrada (0-2) para Federer, que ataca con su revés el del contrario. ¿A qué viene esa combinación de bolas altas y bajas? ¿A qué esa lluvia de golpes cortados, liftados y planos? ¿No es ése el mejor lado, la mejor arma de Murray?

"Ha sido sorprendente...", dice John Fitzgerald, campeón de la Copa Davis, ex número uno en dobles y ahora seleccionador de Australia; "es la prueba de que piensa que ganará el punto si puede construirlo como él quiere. Todos saben que el revés cruzado es el mejor tiro de Murray, pero, cuando eres Federer, juegas en función de tus fortalezas. De revés a revés, prepara la situación para cambiar y cruzar con su derecha. Contra Federer, da igual cuál sea tu fortaleza".

Las de Murray son muchas: el revés, el saque, el ritmo y el resto. Tras el duelo, cuatro cualidades destruidas. El revés queda inutilizado porque Federer impide que entre en ritmo variando alturas y profundidades. El saque, por un pobre 57% de primeros, que permite al suizo devolver el 76% de los servicios y ganar en la primera manga tantos puntos al resto como Murray al servicio (11). El ritmo, con "trabajo de pies" -"he recuperado la movilidad", dijo el suizo sobre su cobertura de la pista- y dejadas -ganó dos de cinco-, que hacen tan incómoda como peligrosa la vida en la línea de fondo. Quedaba lo que hiciera Murray ante el saque de su adversario. El británico pudo cambiar el rumbo en el primer set (2-3 y 15-40). Dos saques directos del total de 11 solucionaron el problema. "Y en el segundo", dice el sueco Anders Järryd, ex número cinco y bronce olímpico en Seúl 1988, "cuando llegaron los momentos clave, durante dos juegos al servicio en los que estuvo bajo presión, Federer sacó ocho primeros saques de nueve. No dio ni una oportunidad".

"Federer te pone siempre mucha presión", resume Murray. El número uno jugó con agresividad y paciencia. En poco se pareció al tenista que había ganado un único torneo desde julio de 2009. "Su nivel es mucho más consistente en los torneos del Grand Slam", continuó; "en las otras competiciones prueba cosas. En las grandes, como sus tiros siguen siendo magníficos, comete menos errores no forzados que el resto del año".

La habilidad de Federer también se estudia a través del mal partido del contrario. "Murray debe de estar decepcionado técnicamente. Fue demasiado pasivo", argumenta el australiano Pat Cash, ex campeón de Wimbledon; "Nadal te da segundos servicios, bolas más cortas de vez en cuando. Contra Federer tienes que crearlas. Él no te las va a dar. Tienes que tirarle cortados, luego pelotas con top-spin, moverle... Tienes que buscarte formas de que te deje bolas cortas porque juega largo, sacarle de su zona de comodidad. Nadal y [el argentino Juan Martín] Del Potro pueden hacerlo. Murray no lo intentó. Ahora, Federer sólo tiene un reto: hay muchos buenos jugadores jóvenes mordisqueándole los talones".

El tenista suizo posa sonriente con el trofeo que le acredita como vencedor del Abierto
El tenista suizo posa sonriente con el trofeo que le acredita como vencedor del AbiertoAP

El mejor es el más viejo

El rey no encuentra rivales entre los jóvenes de la manada. Gobierna bajo el sol y entre rugidos, orgulloso de su dominio. Roger Federer ha invertido todos los presupuestos de la biología. A los 28 años, es el tenista más viejo de los 10 mejores del mundo -la media de edad de los cinco primeros es de 23-, lleva 850 partidos disputados y se deja ver en el hotel Crown con la niñera que empuja el carrito de sus pequeñas gemelas.

Federer se siente seguro. Rafael Nadal, el rival que llegó a arrebatarle el liderazgo mundial, está curándose las heridas de haber jugado 502 partidos con 23 años y mirando hacia la lejana gira de tierra, que es su verdadero objetivo. El suizo lleva ocho finales de torneos grandes seguidas y 16 títulos. Nadal no disputa una desde hace exactamente un año en Melbourne. Entonces, Federer lloró, derrotado, y él acabó en el vestuario con un koala de peluche, sonriente y extasiado, el primero en la lista de amenazas para el helvético y el primero martilleando los clavos que cerraban su ataúd.

"Y ahora, a ver si los bebés están despiertos. Espero que no", se ríe Federer, que ayer ganó su 40º título sobre pista dura. "Desde el principio, sentí que estaba golpeando bien la bola. Estoy feliz de haber jugado de forma agresiva y paciente al mismo tiempo. Es como debes jugar ante Murray", explicó. Hay una cifra que es el mejor ejemplo de que es un prodigio de consistencia: lleva 41 grandes seguidos mientras de los últimos cuatro Nadal se ha perdido uno (Wimbledon 2009), ha jugado lesionado dos (Roland Garros y Abierto de Estados Unidos 2009) y ha abandonado en el otro (Australia 2010).

"Estoy feliz y triste", escribió Nadal en su blog en un diario australiano; "feliz, porque sentí que estaba jugando realmente bien; triste, porque, desafortunadamente, me tuve que retirar y todo el mundo sabe que odio hacer eso. (...) Imagino que mucha gente está especulando. Es normal, ya lo sabemos. A veces hay demasiadas especulaciones".

Nadal está en Manacor, donde dos semanas de reposo y otras tantas de entrenamiento deben prepararle para defender su corona en Indian Wells desde el 11 de marzo y, más importante aún, para la gira de tierra, con Roland Garros como meta final. En eso coincide con Federer: los dos miden su carrera en función de los grandes. Ayer, con 28 años, el suizo no lloró como en 2009, sino que sonrió para seguir sumando.

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