Séptima corona para Los Faraones

Primero, los honores a Egipto, que ha dominado de principio a fin la 27ª Copa de África, su séptimo título, tercero consecutivo tras ganar en la final a Ghana (1-0), con un balance en el torneo de seis partidos ganados, 15 goles a favor y dos en contra. El mejor equipo de largo del torneo se quedó extrañamente fuera del Mundial de Suráfrica, apeado por Argelia. Pero ha sabido resarcirse en Angola gracias a la inteligencia de su seleccionador, Hassan Shehata; la ambición de su capitán, Ahmed Hassan, y el olfato de Gedo, el sorprendente máximo goleador de la competición, con cinco tantos, a pesar de haber jugado sólo los últimos minutos de cada encuentro: lleva de media un gol cada media hora en apenas ocho partidos como internacional. Ghana, el otro finalista, fue un gran fiasco, como lo había sido en el resto de la competición, como lo fueron las demás favoritas: Costa de Marfil, Camerún, Nigeria y Argelia, todas clasificadas para la gran cita surafricana.

Por otro lado, esta Copa de África también ha sido la de la vergüenza. En primer lugar, por el tiroteo que sufrió el autobús de la selección de Togo por parte de un grupo separatista en Cabinda poco antes de su inicio: tres muertos y seis heridos. En segundo lugar, por la sanción que la Confederación Africana ha impuesto a Togo por haberse retirado del torneo: ha sido excluido de las dos próximas ediciones y multado con 36.000 euros. Una sanción "monstruosa", a juicio de Adebayor, la estrella togolesa y delantero del Manchester City. Y en tercer lugar, por la escasísima calidad técnica demostrada. Fue como retroceder 30 años en la máquina del tiempo y toparse con un fútbol lento, previsible y, salvo en el caso de Egipto, muy defensivo.

Las estrellas consagradas fracasaron por distintas razones: Drogba en Costa de Marfil, Eto'o en Camerún y Kanouté en Malí. Otras, Essien, de Ghana, ni siquiera participaron por lesión. Y lo que es peor: los cazatalentos se volvieron a casa con la libreta llena de borrones, sin apenas talentos que justificaran sus viajes. Se salvaron algunas viejas glorias como Ahmed Hassan, el centrocampista egipcio que celebró con tres tantos sus 172 partidos como internacional. Y, sobre todo, el goleador Gedo, autor ayer del tanto de la final (m. 85) tras una preciosa pared con Zidan y un constante agitador en los instantes finales de cada partido.

Sin olvidarse de Hassan Shehata, de 59 años. El tipo al que quieren parecerse los aficionados egipcios, que lucen camisetas con su nombre. Es el entrenador más laureado de la historia de Egipto con el borrón de no haber podido clasificarlo para Suráfrica. Pero recogió en 2006 un conjunto desarticulado por el anterior entrenador, el italiano Marco Tardelli, y logró darle forma y personalidad. La de un equipo que quiere la pelota, la cuida y la amamanta pacientemente en espera del espacio hacia la portería contraria. Frente a la mayoría de sus rivales, que se refugiaron en torno a sus porteros y confiaron en su fortaleza física para aprovechar las contras, Egipto siempre fue de cara a por las victorias. De frente para compensar la pena de estar fuera del Mundial.