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Columna
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El 'Hijoputa'

Hay que cultivar una rama del periodismo que trate de los dioses. He tenido que viajar a la sima de las crónicas para saber de quién era la nariz que rompió uno de ellos, Cristiano Ronaldo dos Santos Aveiro. Resulta que pertenecía a un ser humano llamado Mtiliga, de 1,67 metros de estatura. Ambos coincidieron en un estadio. Pero Mtiliga estaba allí como un defensa de fútbol y Cristiano Ronaldo en calidad de Zeus. Durante días creí que lo que se había roto era el tabique nasal de una metáfora. Lo único real era el codazo de Cristiano Ronaldo. El impacto del aparato locomotor de la deidad. La pura energía del aspaviento mítico. Ahora tengo que adentrarme en otro enigma de nuestro Olimpo. Investigar a quién se refería Esperanza Aguirre cuando habló de un humano de sobrenombre Hijoputa, durante un acto para promocionar el Camino de Santiago. Dijo la diosa castiza encaramada a la Vía Láctea: "Hemos tenido suerte de quitarle un puesto al hijo de puta". Las primeras interpretaciones, precipitadas, claro, sugieren que era una confidencia sobre Caja Madrid y que el fulminante alias aludía al alcalde de la Villa. No estoy de acuerdo. Creo que se trata de una jubilosa exclamación espiritual, después de una cruenta lucha contra las huestes del Innombrable. Lo importante es que hay un demonio menos y una esperanza más. No es casual su invocación a la suerte. Los actos de los dioses son consecuencia del hado. Del destino. Ni Cristiano Ronaldo tiene control sobre su codo ni Esperanza Aguirre puede controlar su lengua. Codo y lengua son pura energía. Es algo que parecen ignorar los comentaristas, pero que ha intuido con mucha sagacidad Mtiliga: "No me sorprendería que se dijera que yo soy el malo de la película". Hace bien en estar mentalizado. Porque ya tenemos dos malos en la película. El de la nariz rota. Y el misterioso Hijoputa.

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