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Crítica:Ignacio Uriarte | ARTE | Exposiciones
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Marx en la oficina

El Marx más profundamente estético pensaba que el arte era un fin absoluto en sí mismo, el único objeto librado de la sordidez de la utilidad, capaz de romper el encierro imaginario de un orden social basado en la ruina de la creatividad humana. Ignacio Uriarte (Krefeld, Alemania, 1972) descubre las líneas de la vinculación del objeto mercantilizado con su suplemento creativo al mantener una mirada ávida sobre el entorno de una oficina de trabajo y transformar el proceso habitual de sus materiales y útiles para canalizarlos en un enclave de fantasías idealistas, o "arruinarlos" en una parodia de sí mismos.

Después de estudiar administración de empresas y trabajar como empleado en importantes corporaciones tecnológicas, en Alemania, España y México, Uriarte descubrió que cada uno de aquellos opuestos -el materialismo grosero del capital y la gratuidad del arte- podían conferir existencia al otro reconociendo en ellos alguna lógica homóloga. Bolígrafos, hojas de cálculo, la coreografía de los clips, compases, archivadores, cartuchos de tinta, rotuladores fluorescentes o bolas de papel se presentan así como materialidades degradadas o mercancías fracasadas y, sin embargo, capaces de conformar un espacio compacto y absolutamente libre donde las contradicciones entre lo práctico y lo estético armonizan de manera extraña.

Ignacio Uriarte

Galería Nogueras & Blanchard

Carrer Xuclà, 7. Barcelona

Hasta el 20 de marzo

Uriarte parte de la historia de las prácticas conceptuales y minimalistas de Sol LeWitt, Hanne Darboven o Douglas Huebler, autores que sintetizaron las oposiciones entre los dibujos fronterizos con el orden interactivo de la escritura y los procesos de cuantificación digitalizada, ya que pensaban que la experiencia estaba cada vez más gobernada por una proliferación de operaciones infinitas que impedían que el dibujo apareciera como el resultado del acceso inmediato de un individuo a su experiencia psicosomática o espiritual. De la misma manera, en sus primeros trabajos -alrededor de 2005- Uriarte funde el orden de la escritura con la realización de una repetición compulsiva y automática, pero sin la dimensión de reflexividad histórica y subversión que practicara aquel conceptual de los años setenta.

Ahora, en su segunda exposición en la galería Nogueras & Blanchard, el artista alemán presenta su última película, La Historia de la máquina de escribir contada por Michael Winslow. Conocido como "el hombre de los 10.000 efectos de sonido", este actor y comediante posee la habilidad de imitar cualquier sonido con su voz. Winslow reproduce en una serie de sketches de medio minuto el sonido de los teclados de decenas de máquinas de escribir depositadas en el Museo de la Mecanografía de Partschins, en Suiza, como un homenaje a "un sonido que es parte de la banda sonora de nuestras vidas", pero que con los nuevos avances tecnológicos ha sido relegado al olvido.

La estetización final de lo que podría ser un trabajo de oficina rutinario se convierte meramente un metalenguaje sin contenido. El cuerpo -la boca como caja de resonancia y sus limitaciones- interpreta una hoja en blanco, la desmenuza en fragmentos de sonido, golpes de teclas de un idioma sin identificar. Un esperanto. La ocurrente e inútil lección de la espléndida naturaleza de las cosas sencillas.

Fotograma del vídeo <i>The History of the Typewriter Recited by Michael Winslow</i>, de Ignacio Uriarte.
Fotograma del vídeo The History of the Typewriter Recited by Michael Winslow, de Ignacio Uriarte.IGNACIO URIARTE

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