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Reportaje:

El pesado lastre de los demócratas

Obama llama a su partido a cumplir con la responsabilidad de gobernar

Antonio Caño

Barack Obama ha expuesto ante todo el país y en hora de máxima audiencia televisiva sus reproches (su decepción) hacia el Partido Demócrata, la mayor víctima del cataclismo de Massachusetts, donde perdió un solo escaño del Senado pero toda la iniciativa política y todo el coraje que se requiere para gobernar.

"A los demócratas quisiera recordarles", dijo el presidente en su discurso del miércoles ante el Congreso, "que todavía tienen la mayoría más grande de la que han dispuesto en décadas y que el pueblo espera de nosotros que resolvamos los problemas, no que escurramos el bulto".

El estado de depresión en la que ha entrado el Partido Demócrata, aunque se comprende por su reciente historia de divisiones y derrotismo, no se corresponde con el revés sufrido en las elecciones de la semana pasada. Perdió, ciertamente, la supermayoría de 60 escaños que se requiere para impedir el filibusterismo de la oposición, pero sigue teniendo una amplia mayoría de 59 escaños sobre 100 en el Senado y de 256 contra 178 en la Cámara de Representantes. Es una ventaja más que suficiente para gobernar, por supuesto desde el punto de vista de la legitimidad democrática, pero también desde el lado de los instrumentos legislativos a su disposición, incluso en un sistema tan exigente como éste.

"El pueblo espera que resolvamos los problemas, no que escurramos el bulto"
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Los republicanos no tienen 60 escaños en el Senado ¡desde 1909! y eso no les ha impedido hacer la revolución conservadora con Ronald Reagan y conducir al país a dos guerras con George W. Bush. En ese mismo periodo los demócratas tuvieron 60 escaños ¡diez veces!, las más recientes en 1975 y 1977, sin que se recuerden grandes proezas legislativas en esos últimos años.

El problema demócrata no es de escaños; parece más bien de convicciones. En el Partido Republicano son pocas pero claras: libre mercado, valores tradicionales y seguridad nacional. Pueden atravesar momentos como el actual -siempre cuando no les toca gobernar-, en los que algunos radicalismos producen disidencias y confusión. Pero esos tres principios se mantienen inalterables y están permanentemente a disposición de los votantes cuando éstos los reclaman.

Pero, ¿qué pueden esperar los electores de los demócratas? Según quien hable, los demócratas pueden dar prioridad a la defensa del aborto, la justicia social, la defensa del medio ambiente, el feminismo, los derechos civiles, los derechos humanos, los derechos sindicales, el matrimonio homosexual, la protección a los inmigrantes, la reducción de los gastos militares... La lista es interminable. Cada presidente demócrata, empós de la supervivencia, ajusta esa lista a las necesidades y trata de gobernar con una agenda más corta, más realista y desvinculada del partido.

Es lo que hizo Bill Clinton -el único presidente demócrata reelegido desde Roosevelt- y es lo que tendrá que hacer Obama. Sus primeros doce meses ya le han enseñado lo intransigentes que pueden ser sus compañeros de partido con principios totalmente dirigentes y lo caro que puede costar su apoyo. Una de las principales armas que la oposición ha encontrado contra la reforma sanitaria fue el pacto que la Casa Blanca tuvo que hacer con los demócratas conservadores y con los sindicatos a espaldas de la opinión pública simplemente para silenciar el chantaje.

No menos daño le ha hecho al presidente la hostilidad de personajes relevantes de la izquierda, como Howard Dean, que pidió el voto contra la reforma sanitaria, o los gritos de traición lanzados al menor desvío -el más reciente: la congelación de una mínima porción del gasto público- por eminentes figuras progresistas, como Paul Krugman o Arianna Huffington. En su influyente página web, esta última ridiculizaba ayer el discurso del presidente, al que llamaba "el último creyente en el bipartidismo".

Efectivamente, Obama parece creer en el bipartidismo. O, más bien, se deja llevar por un instinto que le dice que en Estados Unidos, a diferencia de otros lugares, no se puede gobernar contra la mitad del país ni la izquierda va a ganar elecciones simplemente por el mérito de no ser la derecha. Es posible que los demócratas estén aún a tiempo de evitar un descalabro en noviembre. Pero si no es así, Obama intentará no hundirse con ellos.

El dueño de una tienda de electrodomésticos de Glenview (Illinois) sigue por televisión el discurso.
El dueño de una tienda de electrodomésticos de Glenview (Illinois) sigue por televisión el discurso.AP

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