El límite de Nadal

Cuando Rafael Nadal entra al vestíbulo del hotel Crown ya ha pasado la medianoche del martes y aún no sabe por qué le duele la rodilla derecha. El español, que se ha retirado contra Andy Murray en cuartos de Australia, se ha hecho una ecografía en el vestuario. Tiene la zona inflamada. Eso dificulta que la prueba, ya enviada a Barcelona para que la estudie el doctor Cotorro, su médico personal, sea concluyente. Ayer, tras aplicarse hielo en la zona dañada y ser tratado por el doctor del torneo, el mallorquín se levantó con dolor en la articulación. Luego, a medianoche, partió hacia España. Le espera una resonancia magnética en Barcelona, el viernes o el sábado. Luego, cuando haya descendido la inflamación, se hará una ecografía en busca de un diagnóstico concluyente. Su participación en el torneo de Rotterdam, a partir del 8 de febrero, está en el aire. Que juegue ante Suiza la primera ronda de la Copa Davis, del 5 al 7 de marzo, es improbable. Lo importante, aclaran en su entorno, es llegar en forma al torneo de Indian Wells, que se disputa dentro de mes y medio (a partir del 11 de marzo) y es el primero de calado tras el Abierto de Australia. Su rodilla marcará si cambia su calendario, renuncia a Rotterdam y juega uno de los seis torneos que hay entre éste y el estadounidense.

Con 23 años, busca estabilidad física y evita algunos golpes para no lastimarse

"No sabemos el alcance de la lesión pero sí que hay un tema ahí dentro que no es lo de antes", dice Toni Nadal, que separa el dolor de hoy de la tendinitis que obligó al español a renunciar a jugar Queen's y Wimbledon en 2009. "Se vio que tiene algo y que hizo lo correcto al retirarse. Ahora hay que esperar a lo que nos indique el médico. Siempre hay una preocupación, es normal. Lo lógico es que te preocupes".

La temporada de Nadal ha descontado 10 partidos. El primero de máxima exigencia a cinco sets marcó el final de un ciclo de trabajo estajanovista para estar en perfectas condiciones: gastados dos meses en recuperarse de la lesión en 2009, el mallorquín se quedó sin vacaciones. Todo el esfuerzo de puesta a punto, las sesiones en la piscina, el entrenamiento en la pista, la bici estática y la elíptica, crujió frente a una de las miles de exigentes bolas de Murray, 41 partidos oficiales después de haber renunciado a Wimbledon 2009. "He trabajado mucho y no he tenido muchos problemas en los últimos seis meses", dijo. "Éste es el primero". La baja descubre al tenista ante un panorama desconocido: "No cometas los errores del pasado", se dijo durante el encuentro, acostumbrado a forzar donde otros decían basta. "Llega al límite, no lo pases". Nadal ha ido adaptando su juego a los desconches de la armadura. Evita el golpe que le dio fama, el pasante en carrera y paralelo, para no dañar sus pies. Ha aumentado en agresividad para correr menos y disminuir la factura al cuerpo. Y puede que ante Murray también pensara en lo que se le viene encima. Defiende cuatro títulos (Indian Wells, Montecarlo, Barcelona y Roma) y dos finales (Rotterdam y Madrid) hasta Roland Garros. De los próximos 6.000 puntos a disputar sólo puede ganar 1.420. El resto, si no iguala sus resultados del pasado curso, serán pérdidas con influencia directa en la deriva de su ránking. Así de bueno fue su arranque de 2009. Así de duro es 2010: si Murray vence hoy a Cilic en semifinales, el español bajará al número cuatro.

No es esa la cuestión principal. A los 23 años y tras lesionarse la rodilla en el Abierto de Estados Unidos 2007; perderse por la misma razón el Torneo de Maestros y la final de la Davis en 2008; y renunciar a los torneos de Dubai, Queen's y Wimbledon en 2009, el español, protagonista ya de 502 partidos, busca estabilidad física. "A nivel de juego nos vamos contentos", resume su técnico, "nos llevamos la satisfacción del juego, aunque prima más la derrota".