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Columna
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Las cuentas de Trini

Fuere por necesidad de autoestima, por entretener la rutina instalada en el Gobierno esclerótico de Francisco Camps, o por la conjunción de Marte con Saturno, suponiendo que las órbitas planetarias influyan en las estupideces destinadas al consumo urbano, aconteció que la consellera de Cultura, Trinidad Miró, se apareció en rueda de prensa para comunicar al censo la sabia decisión que avaló la creación del mausoleo que dirige, ya desgajado de la mesa de operaciones del forense Font de Mora, plenamente dedicado a hundir todo su instrumental de autopsias en el sector educativo. Para ello echó mano de un arreglo de cocido que sin duda le prepararían sus asesores, aliñado con la metodología característica de quien se entretiene contando copos de nieve en la sierra alcoyana. Los interesados en contrastar datos y fuentes diríjanse a la unidad de economía de la cultura, donde el profesor Pau Rausell y su equipo analizan, comparan y evalúan estas variables en la Facultad de Economía de Valencia.

Pero si se trata de una sesión de maquillaje a base de regalar tres cuartos al pregonero, corramos un estúpido, perdón, un tupido velo. Que el sector cultural representa el 3% del PIB autóctono, como dice la consellera, es pura invención. No existen estudios que estimen de manera rigurosa y estandarizada la aportación económica de la cultura al PIB regional. Bueno, algo se hace en Andalucía y en Murcia pero no aquí, donde nunca hubo interés por generar información sobre sectores culturales que aportase transparencia y conocimiento. Más aún, la consideración de este sector estratégico, al decir de la señora Miró, contrasta con sus desaires y recortes presupuestarios a sociedades musicales, bibliotecas, circuito teatral, políticas de estímulo de la lectura y edición, y demás áreas de su competencia.

Contrariamente a lo que sostiene, tampoco hay datos en las estadísticas culturales que corroboren su afirmación de que somos la tercera comunidad en número de asistentes a artes escénicas. No hay registros sobre número de espectadores en términos absolutos. Ni somos la primera autonomía en oferta museística por habitante, a no ser que excluyamos Aragón, Extremadura, las dos Castillas y otras cuatro comunidades. Y así, todo.

Fiel al discurso del régimen, no faltaron ataques a Zapatero por discriminar las políticas culturales de esta potencia mundial... en derribos. Se le olvidó añadir, lástima, que ¡en 2007! Miró habría debido gastar 35 millones de euros más para alcanzar la media española, o cien millones para equiparar la inversión de Cataluña y de Castilla-León. Si esta sociedad frecuentase los consumos culturales que nos pretenden hacer creer en la cripta, ejercería tal espíritu crítico que ni Camps sería presidente, ni disfrutaríamos de oposición tan leal y acomodada. Es de cajón.

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