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Giant Sand, tras la estela del forajido Johnny Cash

Ahora la cultura musical es fraccionaria y viaja en ese formato birrioso al que llaman MP3. Pero hubo un tiempo en que los discos, con sus caras A y B, eran unidades de medida: como el kilovatio, el amperio o el Euríbor. El nuevo ciclo We used to party reivindica aquella corporeidad negra e indivisible que se adueñaba del giradiscos. Cada grupo participante ha de escoger y reinventar un álbum ajeno que le haya dejado huella; como el arañazo de la aguja sobre los surcos.

El arranque se antojaba muy prometedor. Un cuarto de siglo después de su primer trabajo, Giant Sand ha estrenado en Moby Dick durante dos noches consecutivas su aproximación a At San Quentin (1969), el mítico registro de Johnny Cash, más indómito que nunca, alborotando a los reclusos de la siniestra cárcel californiana. Forajido entre los forajidos, al Hombre de Negro le habría encantado la recreación de Howe Gelb, su sosias. El de Pensilvania exhibe una voz arrastrada, turbia, como salida de las mismísimas entrañas de América. Desafía al público con su mirada penetrante, seductora. Y se involucra tanto que hasta reproduce las presentaciones: "Escribí esta canción la semana pasada con Bob Dylan", anuncia en Wanted man.

Hay momentos dubitativos (A boy named Sue) y Gelb naufraga con estrépito en las modulaciones de I walk the line, pero se desquita con la doble lectura de San Quentin y seduce en I don't know where I'm bound. Las colaboraciones, desde la vocalista Sille Krill a la guitarra de Raimundo Amador en los bises, confirman la sensación de que Giant Sand se ha tomado en serio este inopinado reto carcelario.

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