César salva aL Valencia
Apagados Villa y Silva, el equipo de Emery se agarra a su portero ante un chispeante Tenerife
Espesos Silva y Villa, Unai Emery, que pidió la semana pasada un debate sobre los cuatro cambios por partido, no se atrevió a tocar a sus dos principales estrellas, que acabaron el encuentro. Pese a que el Valencia necesitaba algo distinto si quería ganar el partido, Chori Domínguez quedó postrado en el banquillo. El técnico prefirió dar entrada a Dealbert y Marchena para reequilibrar la defensa y, en el minuto 85, a Vicente, para ocupar el puesto de Mata.
El resultado fue rascar ese pobre empate sin goles cuyo protagonista esencial fue el portero César. El meta de Coria estuvo colosal en los mano a mano que libró con Alfaro y Nino, muy avispados para ganar la posición a los centrales valencianistas. Le acribillaron por todas partes a un César siempre renqueante, quejándose de un dolor u otro, como si le pesaran los 38 años, pero inesperadamente ágil, concentrado y seguro.
TENERIFE 0 - VALENCIA 0
Tenerife: Sergio Aragoneses; Marc Bertrán, Manolo Martínez, Ezequiel Luna, Pablo Sicilia; Román Martínez (Richi, m. 86), Mikel Alonso; Juanlu (Ángel, m. 80), Alfaro, Kome (Ayoze, m. 70); y Nino. No utilizados: Luis García; Dinei, Bellvís y Omar.
Valencia: César; Miguel (Dealbert, m. 76) David Navarro, Alexis, Bruno; Albelda, Ever Banega (Marchena, m. 74); Pablo, Silva, Mata (Vicente, m. 85); y Villa. No utilizados: Moyà; Chori Domínguez y Baraja.
Árbitro: Fernández Borbalán. Amonestó a Ezequiel Luna, Albelda y Ever Banega.
21.366 espectadores en el estadio Heliodoro Rodríguez López.
Pese a volver de una lesión, Pablo fue el mejor de los atacantes visitantes
El Tenerife jugó bien, como de costumbre, con la novedad de que esta vez sí se comportó con cierta contundencia defensiva. Gracias al trabajo de los dos centrales, Ezequiel Luna y Manolo Martínez, incansables en la persecución a Villa. El equipo de Oltra aprendió la lección del día del Barcelona, cuando arrancó como un cohete y se desinfló a la media hora. Esta vez se dosificó. Fue chispeante desde el principio hasta el final. Cosido por el equilibrio en el centro del campo de Roman y Mikel Alonso y afilado por la presencia amenazante de Alfaro y Nino. Desde la banda, la serenidad en los gestos de Oltra expresaba su satisfacción por el rendimiento de sus jugadores.
Pese a que venía de un mes y pico de ausencia por lesión, Pablo fue el mejor de los atacantes valencianistas, incisivo en los pases, en los regates y hasta en un disparo que repelió la parte superior del larguero. Por el camino se dejó un caño. En el lapso de un par de minutos, Pablo le sirvió un balón de gol a Silva y otro a Villa. Los dos se durmieron en el remate.
Ever Banega volvió a ganarse el sueldo con un despliegue irreprochable tanto en la recuperación como en la creación. Y dio la sensación de ir de menos a más hasta que fue sustituido a mediados de la segunda parte por Marchena, el mismo cambio que abucheó Mestalla la pasada semana frente al Villarreal. Es como si Banega jugara con las cartas marcadas: sabe que, tarde o temprano, juegue mejor o peor, va a ser sustituido. Más sorprendente resultó la entrada de Dealbert en lugar de Miguel, tal vez espoleada por la presencia de Ayoze en el flanco izquierdo del Tenerife. Es decir, Emery no se fía de Miguel y cambió toda la defensa (Dealbert al centro, Alexis a la izquierda y Bruno a la derecha) para tapar esa banda.
Finalmente, el técnico le dio los últimos cinco minutos más el descuento a Vicente, un jugador fuera de forma desde hace aproximadamente cinco años, sin la explosividad que tuvo en su día ni la confianza. La que le faltó al Valencia para ir realmente a por la que habría sido su octava victoria a domicilio. Se quedó a medias. Y gracias a que César lo paró todo ante esa especie de pelotón de fusilamiento del Tenerife. El fútbol le debe una al equipo de Oltra, merecedor de mucho más de lo que ha recogido hasta la fecha.
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